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Afrodita ¿Desenmascarada?: Reseña y Crítica a María Blanco

Por Nicolás Palma Catalán


En un principio, cuando arribó María Blanco el año pasado a Chile con el auspicio de la Fundación Para el Progreso previo a la explosión del movimiento feminista 2019, me pareció que su versión del feminismo era benigna pues reivindicaba aquello que era importante reivindicar, como la igualdad ante la ley, la no injerencia estatal para abordar los asuntos de género, entre otros. Entonces pensé que su aporte serviría para racionalizar y regular el fenómeno, pues el liberalismo posee un componente de respeto por la autonomía individual y un sano escepticismo hayekiano con la ingeniería social. Esta percepción empezó a cambiar al adentrarme en sus escritos y ver sus debates, donde vi que no ofrecía una real alternativa al discurso radical, sino que concedía demasiados puntos al diagnóstico de opresión cultural que tenía en frente, y terminé por cambiar mi modo de pensar al ver los resultados en Chile de la ola feminista.



Con el paso del tiempo, el movimiento lo único que ha hecho es radicalizarse tanto en forma como en fondo. Desde la retórica, vivimos constantemente bombardeados por parte de los medios de prensa de los supuestos “crímenes de odio”, estratagema retórica que se adelanta a los hechos y asume una causalidad delictiva fundada en la estructura cultural e ideológica contra un grupo determinado, generando por supuesto miedo y pánico en aquellos que estarían padeciendo aquel odio culturalmente arraigado. En esta misma línea hemos visto a la clase política completa, desde el Presidente Piñera hacia abajo, hablando del concepto de “femicidio”, que padece del mismo problema descrito previamente, el asumir sine-qua-non una causalidad ideológica y cultural de odio, en este caso a las mujeres. Todos al unísono se han sumado a denunciar la cultura machista, incluso personajes de derecha han esbozado el concepto de “heteropatriarcado”.


Desde la forma, la radicalidad la hemos visto en el paquete de medidas propuestas e instaladas, que van completamente en la línea “poner al día” a Chile en cuanto a las exigencias de los lobbies internacionales feministas y de la diversidad a pesar de tratarse de un Gobierno de Derecha. Partiendo por la ley de identidad de género, siguiendo con la propuesta de Camila Vallejos de modificar la tipificación de consentimiento en las relaciones sexuales [1] y llegando a las propuestas de instalar a nivel constitucional el concepto de género como algo variable sin mención alguna de la ciencia biológica [2].


Dado este explosivo avance, uno se pregunta dónde están las feministas liberales. Y la verdad es que si uno se adentra en lo que dicen, lo que se encuentra es que sus definiciones culturales/científicas son insuficientes, su retórica termina por avalar ciertos puntos clave de la lucha feminista radical, y por lo tanto su postura simplemente sirve de puerta de entrada de personas bienintencionadas hacia el único feminismo que hoy es relevante políticamente, que es el que está mandando en las universidades, con toda la clase política y los medios a sus pies, y que de liberal no tiene absolutamente nada salvo que uno se quede en lo superficial. El mejor ejemplo de lo anterior descrito es María Blanco, de quién me leí su tan aclamado libro Afrodita Desenmascarada y además vi 3 debates que realizó en Chile.


¿EXISTE UN PATRIARCADO?


El quid del asunto es si acaso hay o no patriarcado. Porque si asumimos que existe una estructura de dominación, que agrede en particular a un grupo de personas de múltiples formas sólo por su sexo (o género), entonces evidentemente algo tan banal como garantizar la igualdad ante la ley no les va a parecer suficiente, pues el objetivo primordial es acabar con esa estructura.


María Blanco no titubea al respecto y parte su libro exponiendo una teoría de la historia que se puede resumir en la opresión del hombre hacia la mujer:

“Pero ¿qué llevó a que el hombre tuviera incentivos para someter a la mujer y no al revés? Una cuestión meramente biológica: la reproducción. La psicología evolucionista, que presupone que muchos de nuestros comportamientos son reminiscencias de muchos siglos de vida cavernícola, ofrece argumentos muy atractivos: nuestro cerebro reptiliano, el instinto o que el ser humano es solamente un animal evolucionado... Todas las explicaciones valen para explicar el origen. Sin embargo, a día de hoy, en pleno siglo XXI, de la misma forma que hemos superado enfermedades, inventado vacunas y hemos salvado distancias gracias a los medios de transporte y a las nuevas tecnologías de la comunicación, ¿por qué parece que no somos capaces de superar la mentalidad machista cuyo origen se hunde en los orígenes de la historia?”. (Blanco, 2017, p.11).


Quien ha sido especialmente crítico con estos reduccionismos burdos de la historia es Jordan Peterson, para quien la idea de una opresión histórica del hombre sobre la mujer simplemente es propio de disciplinas radicales:

“Hay otros serios problemas ocultos en las disciplinas radicales, más allá de la falsedad de sus teorías y sus métodos y su insistencia en la obligatoriedad moral del activismo político. No existe ni el más mínimo rastro de una prueba sólida que apoye ninguno de sus principales postulados: que la sociedad occidental es patológicamente patriarcal; que la principal lección de la historia es que los hombres, y no la naturaleza, fueron la fuente principal de opresión para las mujeres (y no, como ocurre en la mayor parte de los casos, sus compañeros, sus apoyos); que todas las jerarquías se basan en el poder y que tienen como objetivo la exclusión. Las jerarquías existen por muchos motivos, algunos de los cuales puede que sean válidos y otros no, y son increíblemente antiguas si hablamos desde el punto de vista evolutivo. ¿Acaso los crustáceos machos oprimen a los crustáceos hembras? ¿Habría que acabar con sus jerarquías?”. (Peterson, 2018, p.307)


Avanzando en el libro de Blanco uno se encuentra con declaraciones elocuentes, según ella existe sí o sí un patriarcado:


“Las que no pensamos como ellas estamos sometidas por el heteropatriarcado. A mí me costó un rato entender de qué hablaban. Pero este término, «heteropatriarcado», es dañino porque encierra varias cosas en la misma palabra. Se refiere a una mentalidad que aúna el machismo y la homofobia. Hasta aquí, yo también lo rechazo. Lo malo es cuando hacen equivalentes patriarcado y machismo. Esta mentalidad machista en la que se asienta Occidente, porque nuestra civilización es patriarcal, es a la vez el caldo de cultivo en el que uno nace.”.(Blanco, 2017, p.54)


Para alguien que ha declarado ser admiradora del trabajo de Camille Paglia, sin duda aseveraciones como las anteriores resultan enigmáticas, pues es Paglia quien ha dicho en innumerables ocasiones que el patriarcado no es más que una teoría de la conspiración moderna, que las mujeres en occidente no viven en ningún patriarcado y que si existe algo similar simplemente debería ser llamado civilización [3]. Si bien Blanco luego se desmarca diciendo que “no concuerda con todo” lo que dice Paglia, no queda claro cómo es posible estar en contra de algo tan fundamental de la tesis central de su admirada.


Luego, en el libro se sube la apuesta y encontramos referencias de las mujeres como “grupo social desfavorecido”:

“Aplicado a las mujeres, como grupo social desfavorecido, personalmente entiendo el concepto de empoderamiento como la mejora de éstas; una mejora que no solamente se refiere a las condiciones materiales en las que se desarrolla cada mujer o a las oportunidades reales que se le ofrecen en las escuelas y universidades o en el mundo laboral, sino que también alude a la percepción que cada una tiene (como sucede con los estudiantes y, realmente, con el resto de la humanidad), a lo que cree que se espera de ella y al rol que ella cree que debe asumir”. (Blanco, 2017, p.127)


Para rematar, Blanco afirma que hasta el lenguaje es sexista. “en España, algo aburrido es un «coñazo», y algo estupendo es «cojonudo», ser valiente es «tener pelotas», y ser cobarde es ser una «nenaza». ¿Es el lenguaje sexista? Sí. Pero no sé cuánto afecta a la estructura del pensamiento el uso de esas palabras”. (Blanco, 2017, p.92).


Pues bien, la respuesta es que no afecta nada. Los seres humanos poseemos estructuras mentales que anteceden al lenguaje que utilizamos para expresarlas. Pero además, el lenguaje no es sexista. Su función es la de reproducir de la forma más simple posible las convenciones del habla para permitir la comunicación de forma eficiente. Si existen convenciones que establecen diferencias entre sexos estás son simplemente una consecuencia de la búsqueda de eficiencia en el lenguaje reflejando aquello que las personas perciben, los sesgos populares son populares por esta razón, no por la opresión de un sexo sobre el otro.


Por mucho que Blanco diga que no concuerda con las cuotas de género, con las actuales políticas de género, o con cambiar realidades mediantes leyes porque “el cambio estaría en nosotros mismos”, si ya asumiste como cierto que existe un patriarcado, que históricamente siempre ha habido opresión del hombre hacia la mujer, que actualmente ellas son un “grupo social desfavorecido” e incluso que el lenguaje es sexista, de nada sirve entonces para una feminista consecuente declararse liberal, lo lógico es que se debe seguir avanzando en la lucha contra el enemigo machista y su sistema de dominación hasta las últimas consecuencias.


¿Cuál ES EL FEMINISMO EXCLUYENTE Y EL INCLUYENTE?


El libro de María Blanco es una denuncia al feminismo excluyente, el cual tiene una serie de características: El ser intolerante a la disidencia, agresivo con los conservadores, proponer soluciones equivocadas muy enfocadas en el Estado y el ser anticapitalista. Ella se queja que no la dejan plantear su punto de vista sin ser atacada por las excluyentes y que su libro precisamente se escribe para establecer que no hay un solo feminismo.


Desgraciadamente no podremos encontrar mucho refinamiento teórico o científico en el libro que hemos citado hasta ahora pues es la misma Blanco quien con una gran sinceridad admite las modestas intenciones de su libro:

“Este libro no es un alarde de investigación. No hay pretensión de verdad científica. No se pontifica, ni se define qué está dentro o fuera de la línea de la corrección, o de «los míos», sean éstos los que sean. Solamente hay una reivindicación: nadie tiene el monopolio de lo que piensan las mujeres, ni del feminismo auténtico, ni de la femineidad”. (Blanco, 2017, p.14)


Por ende tendremos que ir a otras fuentes, por ejemplo, un debate que tuvo en Valparaíso con la diputada del Frente Amplio Camila Rojas, el cual recomiendo encarecidamente que todos vean [4]. Su “feminismo liberal” se puede resumir muy bien al inicio de ese debate, Minuto 1:54:

"Mi postura acerca del feminismo es la no negación de que existen los problemas, de que existe la discriminación, de que existe una mentalidad machista, pero la consignación de que esta mentalidad no es exclusivamente de los hombres, hay hombres y mujeres machistas y los problemas o perjuicios de esta mentalidad no afectan sólo a las mujeres sino que también a los hombres”. Ella se queja en numerosas veces que “hablan en nombre de todas” sin ser necesariamente así y que las radicales son excluyentes pues no permiten por ejemplo a hombres participar de eventos.


Consultada sobre si puede haber un feminismo de derecha o conservador, Blanco responde en el Minuto 18:42:

“Hay mujeres y hombres conservadores, que creen que el rol de la mujer es determinado y la del hombre es otro, que por suerte está cambiando por la fuerza de los hechos, podrán tardar más o menos en darse cuenta”.


Más tarde en el debate, consultada sobre si debería o no el Estado financiar el aborto, toda la supuesta postura antiestatista de Blanco se derrumba con un simple empujoncito pues afirma que sí apoyaría el subsidio estatal a aquella tan noble actividad, en el Minuto 36:50.


Ahora que ya hemos escuchado las definiciones básicas de la autora, más los lineamientos de su libro, estamos en condiciones de concluir varias cosas. En primer lugar, que no hay ninguna diferencia sustancial entre el feminismo excluyente con el “liberal”, sólo en la forma quizás en que se busca llegar al mismo resultado esperado. Ambos creen –contrario a las enseñanzas de Karl Popper- en una especie de historicismo determinista acerca del cauce de las cosas, aquello que con tanta vehemencia se le criticase a Marx en el siglo XX, donde si eres reaccionario te queda rendirte porque las cosas no son ni serán como tú quieres, ¿Pero y si te resistes? Blanco no ofrece respuestas pero las otras feministas sí: Acallar a la disidencia retrógrada.


Por otra parte, cualquiera que haya leído o escuchado un poco lo que dicen las feministas sabe que ellas no luchan solamente por la mujer, al menos en sus términos aún binarios, pues luchan contra la opresión y los roles de género impuestos culturalmente que en teoría afectarían a ambos sexos por igual.


No queda claro a qué se refiere Blanco cuando habla del “negacionismo”, que es un término que también se encuentra permanentemente en su libro:

“Paralelamente a este fenómeno, por si no fuera suficiente, el emergente poder de la extrema derecha ha retomado el discurso opuesto y, apoyándose en la extrema radicalidad del feminismo de ultraizquierda, defiende el negacionismo más barato imaginable. Y así, por ejemplo, cuando se habla de la trata de blancas en nuestros días, te cuentan que antiguamente eran los hombres los que se vendían; o cuando se habla de racismo, te dicen que los blancos fueron esclavizados por los musulmanes en la Edad Media, y que aquí estamos. Afrontar los problemas de hoy aludiendo a la Edad Media es una forma de no afrontarlos. Para encontrar una solución, negar los problemas es tan inútil como magnificarlos y manipularlos”. (Blanco, 2017, p.15)


¿Será Paglia una negacionista por decir que el patriarcado es una teoría de conspiración? Ni tampoco queda claro qué nos intenta transmitir cuando dice que se debe “reconocer que la discriminación existe”. Por supuesto que existe, en la medida que todos tenemos criterio propio y tomamos decisiones, que es a lo que justamente se oponen quienes buscan deconstruir la binariedad de las estructuras opresivas imperantes: Acabar con el criterio propio, desarraigar la idea de la diferencia como categoría.


Pero más allá de las imprecisiones en las definiciones que quedan en el aire, Blanco cae en una grosera ignorancia al decir que los roles de género “se están superando con la fuerza de los hechos”, pues el experimento en los países nórdicos ha demostrado exactamente lo contrario, que en sociedades más avanzadas, los roles de género no sólo no disminuyen, sino que se acentúan. Esto recabado por ejemplo en la investigación de Nima Sanandaji, quien con datos en mano ha demostrado los sorprendentes resultados de décadas en políticas de género en lo que se conoce como la paradoja nórdica, que incluyen ejemplos como que hay proporcionalmente menos mujeres en cargos directivos si uno compara con países pobres, o también que hay proporcionalmente más mujeres deseando especializarse en ciencias en África que en Noruega, entre otros ejemplos que cualquiera puede revisar [5]. ¿Será también él un “negacionista” para el feminismo “incluyente” o “liberal”?


EL PAPEL OLVIDADO DE LA CIENCIA


Lo más desalentador de todo es que si uno revisa el libro y los debates de María Blanco podrá observar que no domina absolutamente ningún dato científico relevante. Esto es decepcionante pues los seres humanos no somos sólo cultura, también una buena parte de nuestros comportamientos están moldeados y se explican desde la biología evolutiva y/o la neurobiología. Allí donde las feministas como Blanco ven “mentalidad machista” en realidad muchas veces simplemente lo que hay es el resultado de siglos de evolución y patrones de comportamiento derivados que sirvieron para ser lo que somos.


Por ejemplo la elección de carreras profesionales. Se sabe que los hombres desarrollan un mayor interés por trabajar con cosas, mientras que las mujeres desarrollan más interés por trabajar con personas, dice Steven Pinker en su célebre obra La Tábula Rasa:

“Los adolescentes que habían nacido durante la segunda ola de feminismo, habían recibido el estímulo de sus padres para que desarrollaran sus dotes (todos habían asistido a programas de verano de matemáticas y ciencias), y eran perfectamente conscientes de su capacidad. Pero las niñas les decían a los responsables del estudio que les interesaban más las personas, los «valores sociales» y los objetivos humanitarios y altruistas, mientras que los niños decían que sentían mayor interés por las cosas, los «valores teóricos» y la indagación intelectual abstracta. En la universidad, las jóvenes elegían una amplia variedad de cursos de humanidades, arte y ciencias sociales, mientras que los jóvenes se aferraban a las matemáticas y las ciencias. Y menos del 1% de las muchachas se doctoraba en matemáticas, ciencias físicas o ingeniería, mientras que en los chicos la media era del 8%. Las mujeres optaban por medicina, derecho, humanidades y biología”. (Pinker, 2002, p. 176)


Desde la ciencia uno puede concluir que muchas de las causas feministas terminan siendo una negación de la realidad de que hombres y mujeres somos diferentes. Cosas como el “techo de cristal”, la “brecha salarial de género” o la “masculinidad tóxica” son panfletos fácilmente refutables una vez que se estudia a fondo las causas que generan determinadas jerarquías o patrones.


Quien ha hecho un gran trabajo recabando información científica y contrastándola con los slogans políticos del movimiento feminista es la argentina Roxana Kreimer, quien siendo partidaria del aborto, es capaz de distinguir entre injusticias culturales y herencias biológicas, obsérvese la diferencia de nivel cuando trata temas como la violencia de género:

“La idea de que a la mujer se la agrede "por ser mujer" simplifica un fenómeno multicausal.

La complejidad del mundo no puede ser reducida a una conspiración misógina en la que todas las mujeres son "víctimas" y todos los hombres potenciales victimarios. Esto no implica sostener que su sexo sea indiferente, sino que no siempre es un factor determinante. El ser humano, sea hombre o mujer, está dotado de la capacidad de agredir, y las razones por las que esto ocurre son diversas. Entre ellas no deberían ser subestimadas las que se vinculan con la posición económica y social de las personas en conflicto. Un estudio realizado en Australia mostró que la violencia de pareja se incrementa en grupos económicamente vulnerables”. (Kreimer, 2018, p.3)


El problema de ignorar la ciencia es que justamente se cae fácilmente en la paranoia de creer que existen conspiraciones de hombres buscando oprimir mujeres. Sin estos mínimos conocimientos básicos sobre los orígenes naturales de nuestros sesgos, ¿Qué tan lejos está Blanco de aceptar nociones radicales como creer que no hay diferencias entre hombres y mujeres? ¿O que son binariedades fabricadas arbitrariamente por la cultura que deben erradicarse? La verdad es que no está nada de lejos, ella acepta estas nociones sin ningún problema en sus debates, pues le falta conocimiento al respecto.


CONCLUSIÓN, DESECHAR EL FEMINISMO INCLUYENTE


Para terminar, si se le puede reconocer un mérito al libro Afrodita Desenmascarada es el de contener algunos principios básicos para quienes quieren empezar a leer sobre feminismo, pero no es en absoluto recomendable quedarse sólo con eso, existiendo otros autores bastante más adecuados. Y si estás en la Derecha y piensas que María Blanco te representa con su “feminismo liberal”, recomiendo que te replantees tus posiciones políticas pues negar la naturaleza, financiar abortos para todos con el dinero del Estado, no tomar en consideración la ciencia y ver machismo por todas partes difícilmente pueda ser considerado una postura de Derecha.


Queda para otra columna si acaso tiene sentido seguir insistiendo en la idea de rescatar desde el liberalismo alguna interpretación del feminismo, cosa que me parece un absoluto sinsentido, tomando en consideración que el eje discursivo deconstruccionista ya se tomó por completo la causa y que evidentemente la igualdad ante la ley o los derechos procesales mínimos de los hombres para los lobbies feministas constituyen un mero detalle, puesto que los han pasado a llevar sin ningún problema en países como España.


La Fundación Para el Progreso ha hecho un importante aporte en el contexto de la batalla cultural, sin embargo, en el tema del feminismo temo que han fallado en la misión de traer a un expositor realmente adecuado. Con los medios de los que dispone, sería un gran avance que potenciara en Chile intelectuales de fuste como Jordan Peterson, Camille Paglia o la misma Roxana Kreimer que hemos mencionado arriba. Espero que trabajos como ésta columna sirvan como un llamado de atención, sobre todo considerando que lo más probable es que el movimiento feminista siga ganando en poder y legitimidad, en vista que no existe ningún tipo de resistencia de parte de la Derecha chilena sentada en el Gobierno, quienes ilusamente han cedido en todo, creyendo que basta con tapar con reformas para calmar pasiones ideológicas. Para ellos también corresponde quizás una nueva columna, pues definitivamente no han aprendido nada.


Fuentes:


- María Blanco, Afrodita Desenmascarada, 2017

- Jordan Peterson, 12 Reglas para la Vida, 2018

- Steven Pinker, La Tábula Rasa, 2002

- Roxana Kreimer, Nadie menos: sobre la necesidad de definir qué entendemos por acoso sexual y garantizar los derechos de las personas con independencia de su sexo, 2018

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