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  • Writer's pictureCEL Chile

Tentando a Kast en el desierto

Por Juan Cristóbal Demian*


NOTA IMPORTANTE: Este artículo fue escrito antes del regreso a Chile de José Antonio Kast y las declaraciones de Sebastián Sichel de que el Partido Republicano habría aceptado incluir sus nueve propuestas en el programa de José Antonio Kast. Léase este artículo con este detalle en mente.



“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo. Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.” (Mateo 4, 1-2).


Así comienza la célebre historia de Jesús siendo tentado en el desierto por Satanás, cuyo objetivo era que Cristo cediera ante sus insinuaciones para demostrar que hasta la fuerza de voluntad divina podía ser doblegada ante los placeres del mundo. Jesús, sin embargo, pasó la prueba y rechazó las ofertas del demonio para poder seguir con su propio programa… por decirlo de alguna manera.


En un acto que puede ser considerado simbólico, en plena campaña por acceder al poder presidencial en segunda vuelta, el candidato del Partido Republicano de Chile se ha embarcado en una peregrinación política en Estados Unidos, país que geopolíticamente ha sido clave en la configuración de las derechas latinoamericanas desde después de la Segunda Guerra Mundial. Esta peregrinación se da en un momento en que su lucha antagónica con el neocomunista Gabriel Boric sostiene en Chile una tensa situación de quiebre social. Si somos honestos, esta polarización excede las voluntades de ambos candidatos. Esta polarización es la misma que se vive en todo occidente, la polarización de “libertad vs comunismo”, dirían algunos, pero yo agregaría, además, que es la polarización de “civilización vs barbarie”, y por ello es que se trata de una polarización que vino para quedarse… por un buen tiempo.


La peregrinación de Kast hacia Norteamérica se da también en el equivalente a los cuarenta días de Jesús en el desierto, ya que este rango de tiempo caótico que va desde su triunfo relativamente inesperado en primera vuelta y lo que ocurra definitivamente en la segunda, es un período de definiciones clave, cualquier error puede costar la vida, y es evidente que, para el líder de un partido pequeño, que aún no ha desbordado todo su potencial a nivel de hegemonía social, no es fácil plantearse ante la idea de sentarse en La Moneda y estar solo, así que ha decidido pausar su contacto directo con el votante para sumirse en las necesarias conversaciones de palacio que le permitan gobernar de forma mucho más sólida.


Pero esas conversaciones de palacio muchas veces se dan con satanases de todos los tipos. Verdaderas serpientes que tienen una visión de mundo opuesta a la de Kast y que hoy podrían estar prometiendo apoyo técnico, logístico y económico a cambio de que el candidato republicano se elimine a sí mismo y olvide su misión. Esta es la hora de la prueba.


José Antonio Kast se postuló a la presidencia de la República representando al – hasta el momento – acotado nicho del fenómeno de Nueva Derecha en Chile, un fenómeno que exige cierto purismo en lo que se propone, despreciando la cesión de principios ante el devenir inhumano tanto de izquierdas totalitarias como de un centroderechismo que fomenta la subyugación político-jurídica del país a demandas igualitaristas dictadas “desde arriba”. Hoy son esas segundas fuerzas las que quieren cogobernar con Kast y su apuesta será “piñerizarlo”, no en un sentido de que valide públicamente ser la continuación de Piñera, nadie quiere eso, pero sí buscarán que Kast en los hechos no se aleje de lo que ha sido una centroderecha fracasada típica.


La muestra más evidente de esto es el desastroso petitorio que emitió el centroizquierdista Sebastián Sichel al candidato Kast para endosarle su apoyo, lo cual es ya desde el fenómeno en sí de un descaro absurdo. Sichel “lideró” a uno de los conglomerados políticos más grandes de Chile, el de centroderecha, para la primera vuelta, y aún así llegó cuarto en la competencia, demostrando que el centrismo radical que enturbia las venas de la centroderecha es precisamente aquello que está agotado, aquello que es pestilente y que anuncia descomposición del tejido interno. Los partidos de centroderecha ya han decidido apoyar a Kast, por lo que un perdedor del nivel de Sichel debería estar lejos de ser relevante para una negociación.


Sin embargo, hay que ser honestos y reconocer que lo que Sichel ha hecho público es la punta del iceberg, y es más que evidente que tras bambalinas hay más fuerzas exigiéndole a Kast que descarte su programa de Nueva Derecha y se piñerice. Los principales elementos sobre los que se ejercerá presión serán:


En materia económica distintos observadores y actores están acechando e intentando perfeccionar el programa de Kast. A nivel teórico el programa republicano bebe del purismo de autores liberales clásicos y libertarios, los cuales suelen ser despreciados por la academia económica de la centroderecha internacional, la cual desde 2008 intenta proponer un neokeynesianismo que no cuestione los denominados “derechos sociales y económicos” y que permita una intromisión estatal en la economía acorde a los principios progresistas dictaminados desde instancias multilaterales.


Independientemente de si el programa de Kast cuadraba o no, hay que darle el mérito de una franqueza de visión solo equiparable a la del candidato Eduardo Artés, quien dijo que su programa “no tenía precio”. Atreverse a proyectar un sueño-país tiene su mérito, por mucho que de momento no se tenga todo detalle fríamente calculado, es más, la historia demuestra que eso no es posible.


Hay que conceder que nadie quiere morir de hambre por culpa de ensoñaciones, y eso es lo que pasaría si alguien como Artés ganase, pero en el caso de Kast, su norte económico cuenta con dos eslabones que, a pesar de “no cuadrar” – pero que en la práctica SÍ PUEDEN HACERSE CUADRAR – son precisamente la esencia de Kast en lo económico: la baja de impuestos y el corte de gasto estatal. Ambos elementos tienen un fundamento ético y moral: la libertad de emprendimiento y el fin de la dependencia de los individuos a la maquinaria estatal.


La piñerización de Kast en materia económica evidentemente no cuestionaría la economía de mercado, pero sí tendería a que Kast mantenga o suba las regulaciones con el fin de aumentar aún más el gasto fiscal de forma progresiva. Todo lo fresco, bravío y justo de la iniciativa de libertad de José Antonio Kast se perdería si los tecnócratas centroderechistas toman las riendas y vuelven a enchufar a un Chile agonizante al soporífero veneno de la socialdemocracia con el pretexto de que “el programa calce”. ¿Calzar para qué? ¿Para seguir fomentando la dependencia y por ende agravando los alcances discursivos del socialismo?


En materia “valórica” (adjetivo que no comparto, pero que uso solo para resumirlo) el asedio sobre Kast será aún más duro. La crisis de la metafísica judeocristiana occidental trae como consecuencia que la antropología humana del neocomunismo se haga hegemónica y sea acatada incluso por la tecnocracia centroderechista global. Se le exigirá a Kast que no entre en conflicto con los dispositivos antisistémicos feministas y de “disidencias” sexuales y que acate con una sonrisa todas sus demandas sin atreverse a cuestionarlas.


La desacralización de la familia y la vida humana son exigencias para poder crear un ciudadano occidental de nuevo tipo, fluido en su propia identidad sexual, tendiente a la soledad y con un fuerte sesgo antinatalista. Ese es el tipo humano con el cual la civilización occidental firmará su sentencia de muerte, y es que precisamente la afirmación del binario sexual y una concepción de la vida como fenómeno de la más alta trascendencia metafísica no son puntos menores.


Algunos dicen que la fortaleza de Kast es solo en lo económico, pero que sus aspectos conservadores los podría soltar. Ahí es cuando esas personas no entienden que es precisamente ESA diferencia de Kast contra el establishment lo que le da la más poderosa de las identidades. Sin la defensa de esos principios, la caída en la tecnocracia fracasada es aún más segura. Apuntar a un bastión metafísico, por muy difícil que sea en tiempos nihilistas, es pura potencialidad de ganancia futura. Dentro de estas ganancias está que, aquello que en política se forja a partir de una visión espiritual, es precisamente lo que tarde o temprano puede movilizar a las personas para la defensa del programa.


Si Kast quiere asegurar gobernabilidad, bajo ningún punto de vista puede aceptar piñerizarse en materias morales, ya que es precisamente la voluntad anímica del “facho pobre” la que le puede dar el aliento para mantenerse en el cargo e ir desactivando los artificios descivilizadores que la izquierda y la centroderecha han introducido en el Estado. El conservadurismo de Kast no tiene que ser una mochila, sino un punto de partida.


En materia de soberanía son varios los temas con los cuales Kast será tentado por la tecnocracia global con el fin de que su gobierno no se aleje del camino igualitarista trazado por los organismos multilaterales. Algunos de ellos son, por ejemplo, los derechos humanos – entendidos como la exigencia de permitir que insurrectos destruyan un país impunemente -, el nuevo régimen ecológico transnacional – que cuestionará la autonomía económica del país -, las materias de “género” – que son las que alimentan lo que veíamos en el punto anterior -, entre otras cosas.


Para poder llevar a cabo un programa de Nueva Derecha, un país debe en varios puntos rechazar las recomendaciones de organizaciones multilaterales como la ONU, lo cual no implica querer aislarse, pero si reconocer el derecho a justa rebelión contra un cúmulo de organismos de tecnócratas supranacionales seleccionados a dedo que imputan categorizaciones morales a los países que cumplen o no cumplen sus recomendaciones. La extorsión que llevan a cabo estos organismos en contra de países pequeños y medianos es un tema tabú para muchos y por eso cuando Kast empezó a esbozar su razonable crítica fue duramente condenado por quienes siguen la nueva iglesia de Naciones Unidas.


Un aspecto preocupante, por cierto, es el que tiene que ver con la creación de ciudadanos de primera y segunda categoría en base a inyecciones experimentales suministradas contra el virus COVID; sin duda se exigirá a Kast seguir con esa política que atropella libertades fundamentales y que permite tratar como parias a quienes haciendo su ejercicio de conciencia deciden no inocularse este experimento en su cuerpo.


En resumen, las exigencias que ha hecho Sichel a Kast para endosarle su mísero apoyo son un buen compendio de demandas que le exigirá la tecnocracia centroderechista (tanto dentro como fuera de Chile) al candidato de Nueva Derecha a cambio de apoyarle en materia de gobernabilidad. Estas demandas en su conjunto son, precisamente, que Kast deje de ser quien es, que pierda toda su identidad, y que abandone las características que precisamente lo hacen ser alguien distinto a Piñera y que le han permitido llegar donde hoy está, por ende, si cede a la tentación se perderá a sí mismo y a quienes confiaron en él. José Antonio Kast sigue su peregrinación por el desierto, un desierto conformado por el mismo vacío de alma que dejó la vieja derecha decadente que hoy lo quiere tentar, y tal como lo advirtiera Nietzsche: “El desierto crece. ¡Ay de aquel que dentro de sí cobija desiertos!”.


*Cientista político de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Coautor del libro "Nueva Derecha: una alternativa en curso" y del ensayo "Manifiesto Republicano" incluido en el libro "Ruta Republicana".

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