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¿Se debe defender occidente? Respuesta a Alfonso España

Por Nicolás Palma Catalán


Fue un agrado leer la columna de Alfonso [1], pues representa de forma contundente lo que es un pensamiento muy arraigado dentro de círculos liberales: A saber, que defender “occidente” no tiene ningún sentido ni utilidad por tratarse de un compilado de tradiciones estáticas pensadas para otro tiempo y otras personas, la libertad sería contraria a lo estático. O estás del lado del “progreso de la humanidad” o estás del lado de valores retrógrados irracionales como la “naturaleza humana”. Pero vamos a ver más allá.


¿Qué es progreso?


Hace poco tuvo lugar la charla anual de Hans-Hermann Hoppe, donde discutía los conceptos de “progreso” levantados por Steven Pinker de su más reciente libro “Enlightenment Now: The Case for Reason, Science, Humanism, and Progress”. Con ojo crítico, revisó los supuestos avances que el psicólogo toma como ejemplo de progreso. En primer lugar, si hablamos con respecto a la presión fiscal, tenemos que decir que efectivamente ha habido progreso, pero en el mal sentido de la palabra: Nunca un rey en la edad media cobró más del 10% de los impuestos a sus súbditos, y más de eso era considerado esclavitud. Anti-valores como la envidia, codiciar el dinero ajeno, eran mal vistos por la sociedad y castigados, justamente por motivos derivados de la religión. Hoy en cambio, se ha vuelto normal contar con el dinero ajeno, y ensoñar con financiar los más variados programas estatales, al punto de que el querer conservar el dinero propio es visto como egoísmo. Difícilmente alguien podría considerar esto como un avance si se es libertario.



Por otra parte, si bien es efectivo que la violencia en términos absolutos ha disminuido, Pinker no distingue entre violencia legítima –como la autodefensa o la rebelión frente a una tiranía- de violencia ilegítima –robos a terceros-. Por ende en su concepción es progreso acabar con la violencia, independientemente de si eso implica acabar por la resistencia a un gobierno despótico.


A todos quienes estén interesados les recomiendo ver su charla [2], el punto esencial que se pretende rescatar es que existe un concepto de “progreso” que es levantado por las élites, pero ¿Es acaso ese concepto el verdadero y representa el genuino progreso?¿Qué tal si en lugar de progreso están promoviendo decadencia? A menudo uno de los grandes problemas de los círculos liberales es que no distinguen entre progreso y decadencia, y adoptan una actitud de “todo lo que es nuevo es bueno por ser nuevo”. La libertad no implica una dirección determinada, por ende sí puede traer consigo decadencia, y se debe ser cauto pues si se acepta todo lo nuevo como norma moral, se puede aceptar perfectamente después una dictadura, mientras sea representante de lo nuevo, y es esto lo que muchos ven hoy que trae consigo la agenda de la corrección política, que ha devenido en represión contra la libertad de expresión.


Revolución, tradición y occidente


Existe una razón por la cual tanto Friedrich Hayek como su discípulo Raymond Aron dedicaron extensos trabajos para defender el concepto de tradición: Se construye en base a consensos sociales, y cualquier libertad o institución que preserve la libertad como la propiedad privada se debe basar en un consenso social que sea respetado por la población, o la mayoría de la población.


Es cierto que uno no debe asumir verdades por mera convención u opinión más que por análisis, experiencia o saber, pero sencillamente no hay tiempo para estar cuestionando cada cosa que uno hace, y a menudo quienes levantan movimientos políticos cuestionando determinadas costumbres no lo hacen en pos de la libertad sino para instalar nuevos consensos sociales. Por algo es “retrógrado” decir que la naturaleza humana biológicamente en un 98% de los casos indica que existen hombre y mujer –vale decir, que expresión de género e identidad de género correlacionan casi siempre con la identidad biológica- y no es retrógrado ser comunista y creer en la dictadura del proletariado en el siglo XXI a pesar de ser una idea igualmente antigua. Todo movimiento progresista, a menos que se trate de un movimiento sin rumbo ni moral alguna, por más revolucionario que diga ser añora un momento en la historia futura en la cual los consensos que hoy intenta instalar ya están arraigados en la sociedad y formen parte de su tradición.


Hubo en el pasado momentos en los que la propiedad privada no era respetada, la familia no existía, los seres humanos eran nómades y era normal enfrascarse en guerras por comida. Para que llegáramos al consenso de que la vida, la libertad o la propiedad fueran dignas de ser preservadas en su momento tuvo que existir un importante shock social que dejara en evidencia su importancia, de la misma forma que, por ejemplo, tuvo que haber una dictadura para que viéramos la importancia de la democracia. Difícilmente un liberal puede entonces decir que la tradición no es importante, a menos que crea que no debe haber un consenso en torno a defender sus principios fundantes.


Los liberales deben ver que los principios que hoy dicen defender forman parte de un castillo de naipes más complejo, el cual perfectamente el día de mañana puede caerse, si se cae en la tentación de creer que ser revolucionario es botar todo por simple gusto. Ser revolucionario también implica defender aquello que es útil o moralmente correcto, independiente de si es impopular o si los vientos apuntan para un lado de la evolución social, sobre todo hoy donde la hegemonía cultural es progresista, no conservadora. Quienes hoy están prohibiendo libros, conferencias, rutinas humorísticas, comerciales publicitarios o incluso cátedras de profesores universitarios no son los conservadores.


¿Y qué papel juega occidente en todo esto? Quizás habría que escribir otra columna para responder en extenso esa pregunta, por lo pronto cabe decir que existe una razón por la cual fue acá y no en otros lugares donde prosperaron con mayor fuerza la libertad individual y el respeto a la dignidad humana, a pesar de contar con instituciones en muchos casos idénticas a otro tipo de sociedades. Existe una razón por la cual Somalía vive en la barbarie a pesar de no tener un Estado opresor, cosa radicalmente diferente a experimentos anarquistas de occidente como Cospaia [3]. Existe una razón por la cual en Asia abundan las dictaduras. Si numerosos autores de la izquierda cultural revolucionaria –como Herbert Marcuse- vieron que para acabar con el capitalismo había que acabar con la cultura occidental y es ésa la motivación que los mueve y no un genuino interés por la libertad, ¿Es ésta la gente con la que quieren caminar juntos los liberales? Deberían al menos reflexionarlo.


Hayek y los conservadores actuales


Por último quiero decir que es muy cierta la crítica de Hayek con respecto a los conservadores del siglo XX. Sin embargo bajo mi punto de vista ésta no aplica a los referentes conservadores actuales. Hoy un Ben Shapiro o un Jordan Peterson, tranquilamente te aceptarían despenalizar drogas o privatizar el matrimonio [4].

Si tomamos en cuenta las definiciones anteriormente dadas, técnicamente todos los movimientos políticos buscan “imponer sus valoraciones personales” a los demás, toda vez que cuenten con una idea de sociedad que es distinta o mejor a la actual, salvo que –nuevamente vale repetirlo- no tengan ninguna idea de nada y simplemente amen todo cambio porque sí.


Es importante distinguir hoy entre paleoconservadores y neoconservadores, que es una distinción proveniente de los trabajos de Hoppe. Los paleoconservadores buscan que la gente sea responsable, promueven el ahorro, la familia y una actitud respetuosa con los demás y con la sociedad, pero no buscan utilizar al Estado para ese fin, es esencialmente lo mismo que hace un padre con un hijo. Los neoconservadores desean promover los mismos intereses, con la salvedad que no tienen ningún escrúpulo en dictar mandatos estatales, tratando a todos como niños indefensos, y son grandes amigos de la coacción estatal, lo cual no los diferencia en nada de cualquier socialista común y corriente. Contra ellos la crítica debe ser implacable, pero con los anteriores los liberales deben cesar de atacarlos, pues se están disparando en el pie si creen que la moral no tiene ninguna importancia en el cambio social.

Fuentes:

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