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Retazos de un diálogo con Juan Ariztía Matte

Updated: Nov 29, 2018

Por Juan Cristóbal Demian


Eran pasadas las 7 de la tarde, en el lugar se hallaban reunidos jóvenes de distintas vertientes del mundo liberal que mientras esperaban al invitado de honor hablaban de novedosos enfoques teóricos y prácticos que el libertarismo ofrece a Chile y el mundo para retomar el camino del desarrollo y la libertad individual, pero en breve sería momento de callar y escuchar a la voz de la experiencia y aterrizar esos ímpetus propios de la juventud al conocimiento de la realidad de nuestro país que nos entregaría uno de los protagonistas de sus transformaciones más importantes en los últimos 45 años.


Teniendo en cuenta que esperábamos nada más ni nada menos que a un Chicago Boy, quien fuera superintendente de pensiones a lo largo de toda la década de los 80s, nos parecía obvio que entre nosotros se sentaría una persona mayor bastante seria y que debiéramos llevar un diálogo con él de la forma más formal posible, incluso algunos – incluyéndome – vestíamos formal para la ocasión; sin embargo, de repente, como un bólido de energía y con un empacho bastante lejano al de la sobriedad excesiva que se había imaginado, este hombre, mayor por cierto, pero con una actitud rampante y jovialmente despreocupada entró al salón, tomó asiento y con la mayor naturalidad del mundo abrió por sí mismo la instancia para que le dirigiéramos las preguntas que quisiéramos.


La mejor forma de definir a Juan Ariztía nos la dió el mismo cuando dijo “Yo fui a Chicago porque era liberal, no me hice liberal por ir a Chicago, no salí de Chicago más liberal de lo que ya era”; y es que ese liberalismo intrínseco prevaleció en la conversación, desde su perspectiva desapegada de cualquier recurso religioso o emocional en temas “valóricos” dándole a la ciencia y los contratos privados el rol rector en materia de aborto y matrimonio, respectivamente, hasta una total apertura e interés por los desafíos tecnológicos que ofrece el milenio entrante.


Nos sorprendimos gratamente de hecho al descubrir que, fuera de cualquier conservadurismo respecto de su propio trabajo, Ariztía considerase necesario liberalizar aún más el sistema de pensiones en Chile, acabando con cualquier obligatoriedad y condicionamiento por parte del Estado a los cotizantes, idea que parecía propiedad de los más extremos libertarios austríacos y no de uno de los mismísimos alumnos del otrora bastión monetarista de Milton Friedman.


Algunas anécdotas de vida amenizaron la conversación, por ejemplo que Sergio Bitar fue su ayudante en economía en la Universidad de Chile, donde alardeaba de lo inútil de la teoría económica liberal diciendo que ninguno de sus supuestos se cumplía, una crítica marxista generalizada en esos años que el mismo Ariztía viera refutada a su vez por mano del propio Friedman.



Sobre éste último nos cuenta de su visita a Chile y de la foto donde aparece junto a él y otros personajes notables de la escuela liberal de Chicago como Alito Harberger o Rolf Lüders o el empresario Javier Vial quien logró traer al académico a Chile en 1975. Fue precisamente en la residencia en Melipilla de Vial que Friedman le comentara a Ariztía su miedo de que el Reino Unido cayera en la órbita socialista, cuatro años antes de que Margaret Thatcher lograra justamente lo contrario.


“A una persona lo que hay que decirle al explicarle las cosas es que el liberalismo no es una abstracción, el liberalismo habla de “usted mismo”” comenta Ariztía, y es que para él uno de los avances culturales de este Chile liberal es que indudablemente a la gente le gusta elegir y le gusta que la dejen en paz, lamentablemente esto estaría hoy cayendo en una garrafal contradicción, ya que ese mismo Estado que la gente quiere que la deje tranquila es al mismo al que le exigen cosas, y esto es culpa de una falta de difusión cultural de las ideas liberales; y es que de esto se aprovecha con gran astucia la izquierda, y Ariztía nos recuerda con énfasis que en su propia materia, las pensiones, lo que a la izquierda le interesa por sobre todas las cosas es el suculento botín que representan, más que cualquier otra cosa disfrazada de “justicia social”.

“La gente en Chile aprende de la experiencia y no de las ideas” nos dice reflexivo Ariztía, quien dice que no por eso esa situación debiera ser siempre igual, pero lamentablemente ha sido la tónica de Chile, ya que la gente se ha acostumbrado a experimentar los resultados de procesos que no entiende, y que nadie en la elite se ha tomado el tiempo de explicarle, es por eso que valoran tanto la libertad económica y, a la vez, son ilusamente capaces de ponerla en riesgo con exigencias altísimas a los políticos y al Estado; por esta razón para Ariztía se ha producido esta exagerada situación en los últimos 8 años de traspaso de mando de una coalición a otra porque la gente no queda satisfecha con las demandas al Gobierno de turno, muchas de las cuales se alejan bastante de la realidad, especialmente con nuestro marco institucional liberal –aún- vigente. En cierto modo, para Ariztía no era descabellado que el amargo aprendizaje de un gobierno como el que pudo ser el de Alejandro Guillier hubiera sido eventualmente una escuela para que los chilenos comprendan de una vez por todas todo lo malo del estatismo desbocado.


A modo de autocrítica generacional, reconoce Ariztía que este pésimo trabajo de difusión de ideas fue el gran pecado de los transformadores de Chile, muchos de ellos también empresarios y por cierto los políticos de la derecha, muchos de los cuales, para él, parecen de hecho no entender ninguna de esas ideas. Nos menciona como ejemplo que cuando descubrió el libro “La Fatal Ignorancia” de Axel Kaiser (2009) lo envió a mucho de sus amigos, para darse cuenta amargamente que probablemente esos ejemplares nunca fueron abiertos y que mejor los hubiera guardado para personas más jóvenes.

Por eso Ariztía nos instó, como jóvenes libertarios a asumir el desafío de difundir inteligentemente las ideas de libertad y defender el legado (el que realmente vale la pena defender) de las reformas del Chile liberal y perfeccionarlas aún más. Es decir, aún más libertad.



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