Por Jorge B.
Vistos por algunos –afortunadamente una minoría de ciudadanos- como unos héroes modernos, luchadores en contra de un sistema "neo-liberal" que aplasta a las clases oprimidas. Cito la columna de Magdalena Ortega (El Mostrador, 30/XI/2019): “Esos “valientes” que lo dejan todo: sangre, sudor y lágrimas para que la represión no llegue. Superhéroes que han romantizado la violencia, una épica de la que se quiere ser parte.”
Por otra parte, según la antropóloga Magdalena Claude (en reportaje publicado por Ciper el 6 de enero pasado) –quien observó y entrevistó a un clan de Primera Línea: cinco hombres, entre 25 y 30 años, trabajadores del sector servicios, sin militancia política. La autora afirma: “En la Primera Línea hay diversidad social, básicamente hay de todo. Pero la gran mayoría está ahí peleando por más dignidad social.”
Sin embargo, el 1 de diciembre el Centro de Políticas Públicas de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo hizo público su estudio en el medio digital El Libero, encontrando grandes diferencias respecto del estudio de la antropóloga Claude: los primera línea tienen en promedio 14 años y una fuerte Relación entre las pandillas y las barras bravas. Sin embargo, agrega un ingrediente relevante: “en las redes sociales como Instagram se deja constancia de la “simpatía” que genera en los jóvenes la violencia como recurso de acción política contra el gobierno, en particular contra el Presidente Piñera, así como el rechazo profundo hacia Carabineros; lo que comparten con las barras bravas, anarcos y sectores de izquierda antisistema”.
Todos con sus caras cubiertas. Llevan con orgullo escudos con motivos mapuches, anarquistas o anti carabineros. Armados con resorteras, palos, cuchillos, piedras, y hasta con armas de fuego. Siempre con una actitud desafiante y agresiva, de tener siempre la razón. Total, son los héroes, ¿no?.
La realidad es que la gran mayoría son Ni-Nis (ni trabajan, ni estudian,) miembros de barras bravas, pandillas, soldados del narco o simplemente lumpen que se han aprovechado del caos para sentirse importantes y trascendentes (gracias a la gran parte de la prensa y de la izquierda parlamentaria que no ha sido capaz de condenar la violencia).
En general, se victimizan apenas el Estado ejerce su rol de garante del orden público. Y la mayoría de ellos no sería capaz de ir a un debate sin agredir verbal o físicamente a su contrincante: “facho ql, pinochetista, facho pobre, desclasado, y un largo etc.”
Simplemente su profunda ignorancia sobre historia y/o economía, sumado a su falso sentido de importancia y trascendencia no les permitiría un diálogo con alguien que piense distinto.
Son parte de alguna tribu urbana que les permite sentirse relevantes, y ser parte de algo importante (como el cambio del modelo político, social y económico de Chile). Pero, ¿Habrán leído la actual constitución? ¿sabrán que es una constitución? ¿Cuántos libros leen al año? ¿Saben la diferencia entre una ley y una norma? ¿Cuántos poderes tiene el estado? Me aventuro a decir que no.
Algunas personas, empáticas les dicen, argumentarán que estos jóvenes son culpa del modelo de injusticias. Que esta violencia la generamos todos. No me metan en ese saco. Soy amable y empático con mi prójimo, respeto al que tiene un proyecto de vida diferente, pago mis impuestos (aunque en la práctica no recibo nada del estado). ¿Culpa? De muchos. Principalmente de esos políticos que llevan décadas parasitando de nuestros impuestos, metiendo amigos en el aparato del estado (nuevamente, a costa de nuestros impuestos), y que han hecho la vista gorda a los verdaderos problemas de Chile.
Sin dudas nuestro modelo de desarrollo ha traído resultados impresionantes. Mejoras en escolaridad, distribución de la riqueza, esperanza de vida, mortalidad infantil entre muchas otras. Así por ejemplo, desde el año 1973 Chile logró bajar su índice de pobreza de más de un 60% a menos del 8%. Entre 1990 y 2015 el ingreso del 25% más pobre creció un 439% versus un 208% para el 25% más rico. Lamentablemente esta mejora que ha impactado en la vida de la gran mayoría de chilenos –y por demás en los últimos años ha atraído a cientos de miles inmigrantes- no han llegado a todos. Hay que hacer muchos ajustes y actualizaciones: mejorar la eficiencia del estado, reforma al sistema político y judicial, modernización en la educación primaria, básica y media, incentivos la I+D+I, reformas tributarias y laboral que atraigan inversión, entre muchas otras.
¿Es necesaria una nueva constitución? No.
Tal como lo hicieron países exitosos como Irlanda o Nueva Zelanda se necesitan reformas profundas, pro-libertad de las personas, que elimine el clientelismo del estado, con un gobierno realmente profesional, que se dé una mayor y mejor certeza para el mundo del siglo XXI y de los que vendrán.
Suena fácil, pero es muy doloroso. Sobre todo contar la verdad a las generaciones jóvenes. Los cambios tardan, cuestan, y pueden pasar décadas antes de ver los resultados. Particularmente difícil para los que hoy profitan de nuestros impuestos, y que viven como parásitos de lo que generamos.
Lo que necesitamos es un liderazgo diferente. Hoy no se ven más que populistas, aquellos políticos de izquierdas y derechas con la solución fácil, reparto para todos, aborto para todas, nacionalización de todo.
Un último mensaje para los primeras líneas. Junto con los políticos populistas ustedes son parte del mayor riesgo para la democracia y la prosperidad de Chile. Entiendan que se es más trascendente estudiando algo o trabajando que tirando piedras o bombas molotov a Carabineros.
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