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  • Writer's pictureCEL Chile

Plebiscito Constitucional: La articulación del proceso… y lo que viene después

Por Nicolás Palma


Existen buenas razones para que los rebeldes con causa de la campaña del Rechazo se sientan optimistas de cara al plebiscito constitucional del próximo 26 de abril. Por nombrar una: Dado el modelo revolucionario en curso, cuya naturaleza es tremendamente fragmentada y horizontal, será realmente difícil por no decir imposible “verticalizar” una campaña sobre el Apruebo para las fuerzas de centroizquierda. El mejor ejemplo fue el fallido partido político de James Hamilton y compañía el cual duró apenas 10 días, entre los comunistas y los autonomistas del Frente Amplio hay un abismo doctrinario de diferencia, si bien ambas fuerzas comparten el nihilismo refundacional propio de nuestra época revolucionaria. Muchas fuerzas anarquistas además boicotearán el proceso, no puedes pretender sacarlos a las calles y luego barrerlos debajo de la alfombra.


Pero en realidad lo importante no es el plebiscito sino lo que viene después. Por ende, si lo que se busca es influir en el devenir histórico del país, se debe proyectar un discurso país que trascienda la contingencia actual. Ya se acabó la ingenuidad pensando que votar por un presidente solucionaba las cosas, en realidad se requiere dominar la agenda cultural, de otra forma no se gobierna nada.



ARTICULANDO EL PROCESO


La campaña del Rechazo puede lograr algo que no ha habido en Chile en mucho tiempo: Una Derecha dura cuyo núcleo sea ideológicamente lúcido, para dejar atrás el gremialismo tecnicista y elitista de una vez por todas. Con ello dejar atrás también la captura electoral del votante de Derecha, que se acostumbró a votar siempre por el mal menor ya que no había alternativa, por lo tanto, sin la capacidad de ejercer una presión real sobre representantes cada vez más mediocres e ignorantes.


Politológicamente hablando, la Derecha se compone de tres fuerzas: Nacionalistas, Conservadores y Liberales/Libertarios. Hemos visto como ciertos grupos evangélicos -acostumbrados a mantenerse al margen- se han alzado por el Rechazo, también se han manifestado grupos nacionalistas como Acción Identitaria y por último se ha sumado con fuerza el naciente Partido Libertario. Si bien es cierto que existen profundas diferencias doctrinarias entre estos grupos, la contingencia demanda la necesidad de proyectar una visión país y combatir el enemigo en común: La elite progresista que lidera la revolución en curso, con sus metástasis derivadas como la corrección política, el permanente y excesivo subsidio estatal a la agenda de género, el deterioro de derechos esenciales como la presunción de inocencia, los excesivos ministerios y una potencial constitución filochavista que ponga en peligro el derecho de propiedad y la soberanía nacional, y con ello el futuro del país.


Más allá del resultado en abril, estas nuevas fuerzas pueden potenciarse mutuamente, crear contenido y empezar de una buena vez a disputar la hegemonía progresista que hoy impregna la cultura desde las universidades hasta la farándula. Sería genial ver, por ejemplo, un cuestionamiento transversal de estas fuerzas al matonaje con el que son asediados estudiantes de Derecha en las universidades del país, a menudo atacados o acallados por plantear sus puntos de vista. O también un repudio transversal a personajes traidores y nefastos como Desbordes o Lavín.


Se ha dejado de lado en este análisis a los partidos políticos tradicionales, por poseer estructuras y un historial que hacen que ya nada se puede esperar de ellos, y está en veremos si acaso el Partido Republicano logra superar este vicio o termina por ser más de lo mismo.


LO QUE VIENE DESPUÉS


Independiente del resultado de abril, los dos problemas de fondo que enfrentan los sectores reaccionarios partidarios del Rechazo son por un lado una Izquierda institucional que propicia pésimas ideas de forma populista las cuales deben ser contrarrestadas, y por otro el poder “de la calle” hoy gobernada por violentos insurrectos más la masa, que se jactan de no ser “ni de izquierda ni de derecha” pero que sirven como cómplices, muchas veces sin quererlo, de la agenda refundacional de Fernando Atria y compañía. Puesto que la Derecha mainstream, dada la comodidad y pereza que le entregaban los quórums de la constitución, nunca tuvo ninguna idea salvo oponerse a todo, para la gente queda la impresión que lo que ofrece la Izquierda radical es “lo que siempre se ha pedido y que los poderosos no han permitido”.


En el corto plazo, no se puede pretender defenderse de los violentos sin apoyo mutuo, pues ni los comercios, ni las iglesias, ni el patrimonio histórico del país va a estar a salvo de ellos, por lo que se requiere algún tipo de colaboración en la defensa, el riesgo de no hacerlo es perderlo todo en el proceso revolucionario en curso.


Y en el largo plazo, tampoco se puede pretender combatir la hegemonía que tiene la Izquierda progresista en el devenir histórico del país –lo que vuelve inútil votar por candidatos de Derecha, véase como ha gobernado Piñera- sin un proyecto ideológico que sea lo suficientemente robusto como para hacerle frente y que se meta en la cultura popular. Será necesario crear música, generar debates y conversatorios para proyectar una idea país desde las bases de la nueva Derecha, lejos de la elite endogámica de la Derecha tradicional, y tomando en consideración que las diferencias doctrinarias entre grupos reaccionarios siempre van a existir.


La tarea es ardua.

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