top of page
Search
  • Writer's pictureCEL Chile

Morrissey y el colapso de la contracultura - parte 1

Por Juan Cristóbal Demian “He estado soñando con un tiempo en el que Ser inglés no sea ser funesto Estar parado junto a la bandera no sea vergonzoso, racista o parcial”

-Morrissey


“No hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo”

-Aldous Huxley


Quienes hayan seguido los entretelones del mundo del espectáculo internacional durante los últimos meses quizás recuerden o hayan visto al menos el titular de que el cantante británico Steven Patrick Morrissey (más conocido como Morrissey) ha estado en el ojo del huracán por polémicos dichos políticamente incorrectos.


El primer escándalo asociado al cantante a dicho respecto ocurrió a fines de 2017, momento en el que Morrissey cuestionó al status quo europeo liderado por Angela Merkel por las políticas migratorias del viejo continente, asolado por una gran crisis de refugiados desde el 2015, pero cuyas políticas afines al multiculturalismo y al pesimismo cultural vienen de mucho antes.


En ese momento Morrissey dijo algo imperdonable e inesperado para el progresismo bienpensante: “Quiero que Alemania sea alemana. Quiero que Francia sea francesa. Si intentas que todo sea multicultural, al final no tendrás ninguna cultura. Todos los países europeos han peleado por su identidad por muchos, muchos años. Y ahora solo la desperdician. Creo que eso es triste”. Más aún agregó, a raíz de las constantes violaciones a mujeres por parte de inmigrantes musulmanes y africanos: “Estoy triste porque Berlín se ha vuelto una capital de la violación… por las fronteras abiertas”. [1]


Posteriormente, a mediados de 2018, el intérprete de clásicos como “Suedehead” o “The first of the gang to die”, dio un nuevo golpe criticando a la vaca sagrada de las fuerzas revolucionarias radicales: el feminismo. El inglés en esa oportunidad aseveró: “El objetivo original del feminismo era avanzar hacia a un plano intelectual superior, pero ahora solo parece querer ocupar posiciones masculinas y recibir agresión masculina. No ayuda a nuestras sociedades y, más bien al contrario, hace que el masculinismo tome represalias. Las líderes femeninas en Alemania y el Reino Unido han hecho un desastre de esos países, y esto tampoco ayuda al feminismo moderno. En todos los asuntos lo que le pido a la gente es que piense por sí misma. Recopila tu propio material y llegarás a tus propias conclusiones.”


En esa misma ocasión fue aún más allá y se acercó valientemente al meollo del asunto indicando: “Es difícil en Inglaterra, donde toda la prensa escrita está controlada por la izquierda, que no quiere un debate abierto o una opinión distinta. La izquierda es de mente cerrada y trabaja muy duro para mantener una cultura de la negación. Si no estás de acuerdo con la izquierda, eres masacrado en la prensa por ser un fanático racista, tu público es ridiculizado y se hacen todos los esfuerzos para silenciarte. […] Esta es la Gran Bretaña soviética, es muy real, y es un problema demasiado grande para hacerse cargo.” [2]


Finalmente, la gota que rebalsó el vaso para la elite progresista ocurrió en el presente 2019, puesto que el músico ha sido visto varias veces portando una chapita del movimiento político “For Britain”, el que a su vez es una escisión del partido “UKIP”, partido de derecha que tuvo un importante rol para conseguir el triunfo del Brexit, mientras que “For Britain” se compone de los sectores más nacionalistas que hubiera en “UKIP”. Concretamente “For Britain” se autodefine como un movimiento “populista democrático”[3] siguiendo la resignificación doctrinaria de populismo esgrimida por el estratega de derecha estadounidense Steve Bannon.


Sin embargo, fuera de los hechos mencionados, el caso de Morrissey tiene una significación más profunda y menos conocida para quienes ubican superficialmente al cantante. Es tanto así que su “ocaso” como figura de la contracultura es representativa de la gran inflexión política contemporánea, la cual parece estar en un punto de no retorno.


Para quien no conozca muchos antecedentes, Morrissey fue el vocalista de la banda indie/post-punk The Smiths, fundada en Manchester a comienzos de la década de 1980. En dicho grupo una de las principales funciones de Morrissey no era solo cantar, sino escribir las letras, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los escritores de canciones más reconocidos por su estilo mordaz, fuertemente inspirado en el escritor inglés Oscar Wilde.


Morrissey, conocido también por desafiar convencionalismos mediante su ambigüedad sexual y su visionario activismo vegano desde los inicios de su carrera, es ante todo el heredero y continuador de una específica e importante tradición contracultural, alimentada por una continua evolución de estilos, pero también una autodestructiva tendencia a implosionar por sus dinámicas revolucionarias.


Como buen vanguardista fue uno de los herederos directos de la subcultura punk de fines de los años ‘70s, la cual es mucho más que una corriente musical o un mero anarquismo de bolsillo. El punk inglés fue un dispositivo de militancia contracultural de intensa radicalidad para su época y, fuera del caos que promovía, fue muy bien pensado y planificado para lograr su cometido, consiguiendo en la juventud británica de la época una fuerte adhesión con miras a dislocar, descentrar, dessedimentar y desmontar el dispositivo sistémico de dominación.


La banda Sex Pistols, por ejemplo, que a su paso por varias ciudades de Inglaterra, especialmente Manchester, fueron el semillero para la formación de bandas como Buzzcocks, Joy Division y hasta los mismos Smiths más tarde, correspondió a una maquinación propagandística e ideológica de sujetos como Malcolm MacLaren (representante de los Pistols) y Jamie Reid (su director de arte) vinculados a movimientos como King Mob y los Motherfuckers, esciciones británicas del movimiento Situacionista que lideró la vanguardia contracultural entre los ‘50s y los ‘60s.


Si los situacionistas reconciliaron el anarquismo con el comunismo de carácter marxista, divorciados desde el colapso de la Primera Internacional, y lo hicieron proclamando el comunismo consejista como modelo político a seguir, el historiador del arte Stewart Home apuntó al “atraso en las escuelas de arte británicas”[4] para explicar el florecimiento de la subcultura punk como una corriente de la tradición revolucionaria utópica descolgada de otras vanguardias más explícitas en su finalidad política. Quizás esta será una de las claves para entender la aceleración de dicha implosión.


Si para Home “El Punk era una política de la energía, tendente a expresarse usando la retórica de la izquierda, pero que más de una vez asumía también la voz de la derecha” [5], debemos entender que en realidad no se trata de que la derecha pudiese asumir realmente un liderazgo discursivo en el punk, sino que por sus características se prestó para rápidas reapropiaciones por parte del hooliganismo, derivado a su vez de la vertiente skinhead ya antigua en las islas británicas; y es que para Home “en su nivel más básico, el punk venía a decir: «soy joven, estoy cabreado, harto y quiero cambios o diversión». Más que cualquier otra cosa era una afirmación de identidad. Incluso los medios de comunicación entendieron el Punk a este nivel.”[6]


La trascendencia del movimiento punk hacia corrientes derivadas como el post-punk de, entre otros, The Smiths, no se tradujo en visceralidad izquierdista, sino en praxis del vivir comunista-anarquista. Home comenta: “pese a la ignorancia en que se hallaba buena parte del movimiento punk respecto a su relación con otras corrientes utópicas, el movimiento propagó con éxito los puntos básicos de la tradición. La división entre audiencia y artista fue cuestionada, cuando no superada.”[7]


Y es que tal como indica Home, cuando hablamos de “la tradición” sobre la cual Morrissey construye su carrera y sobre cuyos hombros se estampa su carga, hablamos de la continuidad (mezclada de aparente ruptura) con la contracultura de los años ‘60s, más específicamente la actitud pendenciera de bandas como Small Faces, The Who, The Stooges, el compromiso radical yippie de MC5 y el vanguardismo de The Velvet Underground, grupo asociado al artista conceptual Andy Warhol, contra cuya vida atentó en 1968 la teórica feminista radical Valerie Solanas. Un caso premonitorio de actores contraculturales devorándose entre sí mismos en un proceso de revolucionar la revolución.


Si sobre esta tradición Morrissey cimentó su estilo de líricas asociadas a una Inglaterra pobre y gris, donde reina el agobio, la depresión, la frustración y la pulsión de muerte, sumado a su activismo veganista acorde al antiespecismo que anuncia la “muerte del hombre” foucaultiana y un prospecto de indeterminación sexual que precondicionó la rebelión de género, podemos entender que una cantidad importante del público basal del cantante se formó al alero de consignas radicales contundentes de las cuales el mismo Morrissey era un portavoz predilecto. La paternidad de Morrissey respecto de las generaciones neohipster del siglo XXI es indiscutible y no en vano este grupo poblacional devenido en tribu urbana es la misma que lidera el proceso revolucionario en las artes, la academia y hasta la prensa.


Obedeciendo a una personalidad propia, inquieta, librepensante y autónoma, Morrissey rompió de súbito con el status quo revolucionario que le rodeaba e idolatraba, seguro de que el artista era de su absoluta pertenencia y por ende parte asumida de su soundtrack de perspectiva subversiva, motivo por el cual, ante la ruptura interna estas elites optan por “cancelar” al músico, es decir, pretender su inexistencia eliminándolo de sus menús de escucha diarios o evitando asistir a sus eventos.


No nos preocuparemos aquí de la evidente actitud totalitaria de las huestes de vanguardia neocomunista hacia Morrissey, de lo cual ya se ha hablado, sino más bien de constatar un fenómeno al cual el politólogo Adriano Erriguel ha catalogado como el auge de un “situacionismo de derechas” [8] y la aparición del alt-right como iniciativa de “deconstruir a los deconstructores” con una propia ""máquina de guerra metapolítica"[9]. Podríamos decir en base a ello que este proceso se encargó de ejecutar una sofisticada masacre a la corrección política que encarna la actualización categorial en la sociedad del asentamiento, centralización, sedimentación y montaje de un sistema de control totalitario de nuevo tipo.


¿Qué hay de honesto y constructivo en este “situacionismo de derechas”? no está todo dicho al respecto mas no es el tema que nos convoca en este artículo. Lo que sí puede notarse, especialmente en generaciones otrora subversivas hoy superadas por el deconstruccionismo - que aceleró el proceso desacralizador incipiente en el situacionismo -, es un quiebre con las elites que dirigen el proceso.


Al caso de Morrissey podemos sumar el de John Lydon (también conocido como Johnny Rotten), vocalista de los mismísimos Sex Pistols mencionados y posteriormente líder del grupo de vanguardia post-punk Public Image Ltd. Lydon, que había encarnado siempre el arquetipo perfecto del troll nihilista, dio un paso impredecible cuando en 2017 apoyó el Brexit, defendió al presidente de Nueva Derecha en EEUU, Donald Trump, y cuestionó también el rol totalitario de los agentes de izquierda en la prensa[10]. Sobre Trump incluso precisó que se trataba de un “Sex Pistol político”, validando con autoridad la tesis de que la derecha se había atrevido a llevar a cabo una ofensiva en territorio posmoderno. No en vano el activista de derecha Gavin McInnes, quien también se formara como un punk en su primera juventud, indicó que “la Nueva Derecha es el Nuevo Punk Rock”[11].


También figuras noventeras que vivieron y potenciaron la ofensiva estructuralista de la nueva izquierda han levantado las alarmas de padecer el síndrome Morrissey/Lydon, por ejemplo Noel Gallagher, guitarrista y lider de Oasis que respaldara la agenda de Tercera Vía socialdemócrata de Tony Blair y que proclamara en vivo en los Brit Awards de 1996 la consigna “power to the people” (poder para el pueblo)[12], ha destacado en la actualidad por criticar a los “remainers” (aquellos que se oponen al Brexit)[13] y por calificar al actual líder laborista Jeremy Corbin de “lunático” y “comunista”[14]. Gallagher, sin embargo no ha tenido palabras condescendientes hacia la nueva derecha y también la ha criticado, pero ha dejado claro que abandonó el barco de la contracultura en su sentido revolucionario radical.


A su vez, cruzando el atlántico, Billy Corgan, vocalista y guitarrista de la banda The Smashing Pumpkins, también fue parte de la contracultura noventera pero en su edición americana de “generación x”, la que convivió con grupos como Pixies, Sonic Youth y Nirvana y cuyas temáticas extremaron la ira, el desasosiego y el nihilismo hasta el simbólico suicidio de Kurt Cobain (lider de Nirvana) en 1994. Si el mencionado Corgan indicó durante un concierto en 2008, al ser elegido presidente el contracultural Barack Hussein Obama, que Estados Unidos iba en el camino correcto (generando estruendosos aplausos de su público)[15], ocho años más tarde sorprendió frecuentando el controvertido show de TV del activista de derecha Alex Jones, donde el cantante se descargó contra el progresismo y la parcialidad de los medios[16]. Más aun, en 2018 declaró su desconfianza a la campaña mediática progresista contra el Presidente Trump[17], tras lo cual se declaró a sí mismo “un capitalista libertario de libre mercado”[18], haciendo trizas los pilares fundamentales de la contracultura que lo formó: el anticapitalismo y el uso de la música punk/post-punk como vector discursivo revolucionario para cuestionar y fisurar el sistema.


Estos ejemplos son relevantes como muestra del colapso contracultural que se vive en sus sedimentos anteriores, en la generación de la cual Morrissey fue parte y expresión, en una segunda parte es preciso explorar el eventual porvenir de la contracultura en los estadios contemporáneos y futuros próximos, donde la desintegración es más vertiginosa y se disputa una nueva forma de proyección contracultural con fines revolucionarios que cuestionan y combaten nuestras convenciones occidentales humanas, políticas y económicas.


John Lydon (Sex Pistols/P.I.L.) portando en 2018 una polera con el lema de campaña del Presidente Trump.

PRONTO ENLACE CON LA SEGUNDA PARTE


------------


NOTAS:


[4] Home, Stewart. El asalto a la cultura: movimientos utópicos desde el Letrismo a la Class War. Barcelona, Virus Editorial, 2002 [1988]. p. 165

[5] Home, Stewart. Ob. Cit. p. 165 [6] Home, Stewart. Ob. Cit. p. 172 [7] Home, Stewart. Ob. Cit. p. 167

[10] https://www.washingtontimes.com/news/2017/mar/27/johnny-rotten-defends-donald-trump-slams-left-wing/ [11] https://www.wnd.com/2018/03/10-voices-that-make-the-new-right-the-new-punk/ [12] https://www.youtube.com/watch?v=_cbFjmXSvv8 [13] https://www.telegraph.co.uk/news/2017/11/16/noel-gallagher-tells-remainers-f-ing-get-brexit/ [14] https://www.independent.co.uk/arts-entertainment/music/news/noel-gallagher-jeremy-corbyn-communist-liam-fuck-who-built-the-moon-a8084001.html [15] https://www.youtube.com/watch?v=q47FjfbWYPs [16] https://www.stereogum.com/1872422/billy-corgan-returns-to-alex-jones-to-demolish-social-justice-warrior-brainwashing/video/ [17] https://www.nme.com/news/music/billy-corgan-donald-trump-fake-news-hookers-1946609 [18] https://www.nme.com/news/music/billy-corgan-speaks-political-stance-following-controversial-donald-trump-comments-2271885

434 views0 comments
bottom of page