top of page
Search
  • Writer's pictureCEL Chile

Matrimonio privado vs "matrimonio igualitario"

Por Nicolás Palma Catalán

A menudo se menciona a la causa del matrimonio “igualitario” como una causa prístina de un liberal que se respete. Si no lo apoyas es porque debes ser un autoritario conservador que se opone a la libertad de las personas de vivir su amor libremente, seguramente padeces alguna fobia inexplicable y por consiguiente el liberal de turno puede quitarte tu carnet y enviarte a las fosas comunes del fascismo, un lugar donde habitan las más execrables bestias como Pastores Sotos o supremacistas blancos.


Esta visión sin embargo, siempre me ha parecido excesivamente simplista. Cada vez que una causa se transforma en un slogan compacto y empaquetado listo para ser repartido en la radio más cercana, el lector inmediatamente debería dudar de la profundidad de tal idea, más que mal, a las masas no las convences hablándoles de Platón o de Aristóteles.


Es por esto que me propongo a analizar este slogan del matrimonio igualitario, y pretendo demostrar no sólo que no debería ser una causa liberal en primer término, sino que más bien cumple el objetivo opuesto al que un liberal debería desear que es la autonomía frente a la coacción del Estado, y propondré por último una alternativa a la cuestión de la filiación entre personas que se amen.


CONTRATOS TUTELADOS, ¿MÁS LIBERTAD?


En primer lugar quiero aclarar que no me interesan las discusiones semánticas sobre este tema. He escuchado el argumento de Nicolás Márquez y otros, para quienes el matrimonio proviene de “matriz” y su objetivo por definición sería el cuidado de la madre y de la prole por lo tanto no tendría sentido llamarle matrimonio a algo que no lo es, pero ese argumento se puede responder fácilmente con un “bueno, entonces la definición debe actualizarse, la lengua siempre lo hace”, y sería el fin del asunto. Esa discusión simplemente sirve para dejar a uno preguntándose por qué entonces les interesa tanto a los sectores progresistas gastar tantas energías en cambiarle el significado a una palabra, y no creo que deba ser subestimado el objetivo subversivo de aquella empresa, pero no es lo que interesa acá. Acá lo que interesa es que se reduzca la coacción estatal sobre la población, más libertad individual para las personas.

Partiendo del principio, el matrimonio es un contrato. Actualmente el Estado, con el propósito reproductivo en mente, establece una serie de restricciones acerca de los términos y condiciones que debe tener este contrato, como por ejemplo asistir a cursos de preparación, establecer qué sucede con el patrimonio en caso de las propiedades o bienes, qué sucede con los hijos en caso de separación, con la situación hereditaria, quién es carga de quién para planes de salud, etc [1]. Desde un principio esto parece desconcertante, ¿Acaso las personas no pueden establecer sus propios contratos de la manera que les parezca conveniente, sin un tutelaje especial?


Actualmente también, el Estado tiene un apartado para uniones civiles entre personas del mismo sexo, a través del Acuerdo de Unión Civil [2], el cual en esencia establece casi las mismas características contractuales que un matrimonio, vale decir restricciones en cuanto a distribución de patrimonios, herencias, etc, con la diferencia de que tiene otro nombre. Por otra parte se permite adoptar a solteros, por lo que técnicamente un homosexual hoy puede ser padre. Pareciera entonces que, al menos desde el punto de vista de los supuestos beneficios o privaciones que la población homosexual estaría padeciendo con la “discriminatoria” situación actual, al menos desde el punto de vista legal tal cosa no merece más atención, se trata de un problema prácticamente resuelto [3].


Cualquiera sea el caso, diferencias más o diferencias menos, realizando este primer examen podemos concluir varias cosas: En primer término, que discutir sobre si el matrimonio debe ser “tradicional” o “igualitario”, no es una discusión sobre igualdad de derechos. El matrimonio no constituye un derecho otorgado por el Estado, constituye una restricción a las libertades que los individuos ya poseen [4].


Las personas podrían y de hecho pueden establecer acuerdos de patrimonio, de herencia y de tuición sin necesidad de un intermediario, y las leyes matrimoniales simplemente establecen un intermediario. En consecuencia, podemos concluir en segundo término que esta lucha no reviste ninguna importancia desde el punto de vista de la libertad individual, vale decir, que si el Estado me dice que debo seguir sus órdenes cuando haga contratos de una forma y luego le pone un apellido distinto “diverso” a la ley y me dice que debo ahora hacer los contratos de otra forma he quedado exactamente, como individuo, en la misma posición inicial.


Que el Estado reconozca que tuve un matrimonio o una “unión civil”, o que me reconozca o no como padre o madre, que es algo que parece importarles mucho a quienes pelean contra las palabras, es secundario también a los efectos de los alcances de la libertad.


Una vez despejado que la causa del matrimonio “igualitario” poco y nada tiene que ver con la libertad individual o con la igualdad de derechos, podemos avanzar en el análisis, puesto que es obvio que la discusión no se agota en lo legal.


LUCHA POR UNA APROBACIÓN OFICIAL ESTATAL


El punto esencial de la discusión radica en el hecho que diferentes grupos tienen interpretaciones diferentes sobre cuál debe ser la función social de la unión más importante entre las personas, al ser la única que tiene la potencialidad de perpetuar la especie.


Los sectores conservadores, en su tradicional pragmatismo, creen que la institución matrimonial debe tener por objetivo el preservar la especie, por ende la legislación debería apuntar a aquellas uniones que tienen inherente la potencialidad de la maternidad, es decir parejas heterosexuales, y que no tiene sentido enfocarse en parejas que no pueden hacerlo.

Una objeción que se puede hacer a esto es que la unión de dos personas no necesariamente deviene en la procreación pues existen parejas estériles, y que de todas formas ayudaría a resolver el problema de los hijos sin padres que se permitiese a otras personas adoptarlos.


Sin embargo, si el objetivo es ayudar a que los hijos encuentren familias, parece del todo inapropiado enfocar la cuestión en la condición homosexual, más bien, se debería ampliar y desburocratizar, para permitir por ejemplo que madres e hijas, abuelas o padres bien capacitados puedan adoptar, independiente de su número u orientación sexual. No veo por qué es relevante que las personas tengan o no sexo entre ellas si lo que se busca es evitar que los niños caigan en las manos de instituciones del Estado fracasadas como el Servicio Nacional de Menores. Para terminar el análisis, un último argumento contra la postura conservadora que podríamos llamar “reproductivista” sea que, en realidad, ya no necesitamos tantos nacimientos como antes, cosa que puede cambiar en todo caso.


Podemos asumir que los sectores progresistas por su parte, creen que el objetivo principal del matrimonio es promover la tolerancia a su estilo de vida y la diversidad, más que la función meramente reproductiva. Esto resulta de entrada algo extraño, no veo razón alguna para que el Estado promueva oficialmente un modo de vida en particular y no todos. Además se complica la situación en cuanto a la libertad de expresión: Si usted tiene un derecho a la aprobación de otra persona, entonces esas otras personas no tienen derecho a sus propias opiniones y valores. No se puede decir que lo que hagan “adultos de mutuo acuerdo” es un asunto estrictamente privado que no le interesa a nadie y, al mismo tiempo, decir que todo el mundo está obligado a darle su aprobación. No es raro que tras las aprobaciones de leyes “igualitarias” luego aparezcan demandas por “discriminación” contra los tribunales de familia [5].


Se puede argumentar que debido a una opresión histórica padecida por las personas homosexuales, corresponde ir contra la discriminación en contratos matrimoniales para “compensar” y acabar con ese sufrimiento que hasta el día de hoy experimentan. Pero, en primer lugar no es ninguna garantía que sobre la base de leyes se acabe la discriminación, más bien lo único que terminan haciendo es institucionalizarla y establecer la desigualdad frente a la ley. Y en segundo lugar este argumento se puede extender Ad Infinitum, e incluir cualquier otro grupo percibido como discriminado históricamente, como los gordos, los enanos, los feos, los albinos, los pelirrojos, los alacalufes, los onas, los huilliches y otros.


La conclusión final de seguir con tan vana empresa de incluir minorías dentro de la lista de “grupos protegidos” y sobre la base de leyes esperar que la gente tenga elecciones favorables a ellas es que al final nadie debería elegir nada pues el gobierno o la “colectividad” debería hacerlo por nosotros, y esto no es un fin deseable. En resumen, no veo por qué un liberal –o cualquier persona en realidad- debería apoyar una causa tan estatista de establecer contratos estatales homogéneos, lo cual contraviene el principio de la igualdad ante la ley al establecer estilos de vida oficialmente promovidos, y al mismo tiempo socava las bases de la libertad de expresión.


De cualquier forma, podemos concordar que no hay acuerdo. Esto de establecer un contrato oficial en la búsqueda de que el Estado valide el punto de vista ya sea de conservadores o de progresistas es una lucha sin fin. En lugar de eso, podríamos probar con dar más libertad.


ENTONCES, ¿PRIVATIZAR?


La argumentación en favor de privatizar el contrato del matrimonio parte de la base que, dado que no hay acuerdo en torno a cómo deberían ser los contratos matrimoniales, se debería sacar al Estado de en medio y permitir que las personas libremente se afilien como estimen conveniente. A más de alguno le puede parecer una idea alocada y peregrina, sin embargo ya ha sido propuesta por senadores republicanos en Estados Unidos, de la talla de Rand Paul [6].


El asunto es que si a un conservador le preocupa que los niños queden indefensos, para abordar este problema una buena medida es que las personas posean más libertad para afiliarse. Actualmente las restricciones que el matrimonio impone a las parejas, a menudo logran el efecto indeseado de evitar las potenciales uniones, razón que puede explicar en parte el descenso en el número de matrimonios.


Pero además, si se saca al Estado de en medio ya los ingenieros sociales progresistas tienen pocas excusas para inmiscuirse y “deconstruir” el significado de familia, al menos desde lo legal. En otras palabras, se acaba el juego para ellos y no podrían empujar coactivamente a través del Estado, lo que los relegaría a sus posiciones tradicionales en ONGs donde sólo podrían influir desde la sociedad civil, luego la competencia contra la Iglesia sería en igualdad de condiciones. Es difícil en este escenario que logren su cometido subversivo, las personas por lo general tienden a unirse de forma tradicional para vivir en pareja, los militantes de la diversidad pueden hacer los shows y contratos que quieran, pero difícilmente van a lograr que la institución matrimonial tradicional deje de ser la más importante para el grueso de la población. Los conservadores entonces, deberían apoyar esta propuesta.


Los sectores progresistas por su parte deberían sincerarse, ¿Desean genuinamente la libertad para sus militantes? Entonces una propuesta de privatización de contratos no debería molestarles en lo absoluto, deberían apoyarla. Sin embargo, si su objetivo es ir por la ingeniería social para “deconstruir” la institución familiar y no les importa coaccionar al resto, entonces se transformarían en enemigos de la libertad sin apellidos, en gente autoritaria. Lo mismo cabe para los liberales que quedan en medio, deben tomar la misma decisión.


Si el Estado concede beneficios tributarios u otros a las personas casadas, hay que recordar que esos beneficios son arrebatados de los contribuyentes, por lo que se debería exigir que fueran entregados a todos por igual, ojalá reducir la cantidad de impuestos que pagan.

En resumen, si lo que se desea es que los niños sean adoptados, una propuesta desburocratizadora de contratos matrimoniales es una alternativa más que factible. Y si lo que se desea es que las personas sean más libres de vivir su amor, una propuesta de este estilo también es más que recomendable. Ahora, si lo que se desea es establecer una aprobación oficial de un modo de vida, ahí acuerdo no habrá nunca.


170 views0 comments
bottom of page