Por Cristóbal Quintana
Actualmente nos encontramos con discursos que pretenden “enjaular” al monstruo llamado mercado con fijaciones de precios, al sistema político con “leyes de cuotas”, y es más incluso lo han logrado en elsistema educativo con “reformas educativas” cuyo único resultado ha sido la privación a padres y familias de elegir un establecimiento, ya que ahora lo decide una tómbola. Dichos discursos son inminentemente peligrosos, ya que apuntan a lo que los libertarios defendemos, La Libertad en sí misma. Como dijo Milton Friedman: “Mucha gente quiere que el gobierno proteja a los consumidores. Un problema mucho más urgente es proteger a los consumidores del gobierno”.
El consumidor tiene la libertad de elegir entre comprar o no un bien (tomando un bien como un producto o servicio). A partir de esta premisa se puede empezar a entender que sin libertad el consumidor pierde este maravilloso poder de elección y no hay nada más justo que una persona pueda tomar sus propias decisiones, obviamente en conjunto con la responsabilidad que conllevan dichas elecciones.
Para explicar el título de esta columna empezaré por un ejemplo: Yo todos los meses tomo una bebida llamada Fole, este mes Fole empezó a salir sin el mismo sabor de siempre y a un mayor precio, lo cual no me tiene muy satisfecho. Dada esta situación, voy a dejar de tomar Fole. Si yo, y todos los consumidores del bien Fole nos ponemos de acuerdo en dejar de consumirlo, obligamos y comunicamos de una manera tácita a los productores del bien Fole que no estamos satisfechos con el bien, y por ende buscar el llegar a satisfacernos de una mejor manera ya sea por precio y/o calidad.
En este ejemplo se puede notar que la coacción de los consumidores puede presionar a los productores de ciertos bienes a que mejoren sus precios y/o calidad sobre los bienes que producen. Este es el poder que los consumidores han dejado de notar, que ellos también son un agente fundamental de los mercados. Sin consumidores no hay productores, esa es la esencia del mercado, cada productor sabe que no puede producir un bien donde no hay consumidores que lo demanden.
La cohesión de los mercados desde su naturaleza requiere que haya personas dispuestas a consumir un bien para que ciertos productores pueda producirlo. Los consumidores son los verdaderos poderosos y dueños del mercado. Por lo tanto, mientras más se haga propaganda a proteger al consumidor con distorsiones en el mercado tales como fijaciones de precios o burocracia, los únicos que se ven perjudicados en el mediano y largo plazo son los consumidores. Vean tan solo como una simple distorsión de mercado tal como el I.V.A. puede aumentar el costo de oportunidad sobre un bien para un consumidor.
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