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El anticomunismo como signo de sanidad social


Sres. Directores CEL Chile


En algunas contadas, pero muy significativas ocasiones, los activistas y hasta políticos de izquierda, como Camila Vallejo, han incluido el adjetivo de “anticomunista” dentro de una lista de adjetivos despectivos como “fascista”, “racista”, “homofóbico” o “misógino” cuando se refieren a sus opositores con el fin de acallarlos.


La inclusión de “anticomunista” entre las demás palabras, todas ellas cargadas de esa impronta revolucionaria cultural, tiene como objetivo poner a quienes denuncian el comunismo en sí mismo, entre las demás características, como las de odiar a negros, homosexuales, etc.


El anticomunismo expresado así, por un lado adquiere una carga histórica, asociada a los múltiples regímenes dictatoriales que castigaron duramente el comunismo el siglo pasado, tratando de esta forma de hacer pensar que quien se declara anticomunista es un fanático de las dictaduras militares que desea asesinar a personas. Por otro lado, este uso despectivo de la palabra “anticomunista” intenta hacer pasar el comunismo como algo que no merece ni debe tener ningún tipo de censura, es más, al incorporar a los comunistas en las listas de los oprimidos del mundo se los deja ver como una suerte de “minoría” que debe expresarse y tener una cabida legítima en la sociedad, indicando además esta idea de que los comunistas solo quisieran cosas buenas para la sociedad y que han sido perseguidos en su calidad de "justicieros".


Solo quiero referirme de forma breve a dos temas, esperando que gente con más formación docta que yo pudiese extender estos temas con mayor clarificación teórica a futuro, a saber: en primer lugar, que el uso de la palabra “anticomunista” como algo negativo es completamente hipócrita y equivocado, y que dicha palabra debiese ser considerada un halago y un indicador de alta moralidad personal, y en segundo lugar, que lo verdaderamente problemático es la falta de un anticomunismo popular de calibre generalizado.


Sobre lo primero, el comunismo es un principio rector de vida, una filosofía que indica un cierto camino a seguir, y no hace falta ser de un partido que se llame comunista para ser comunista, porque el comunismo refiere a una concepción del ser humano absolutamente igualitaria, donde el poder sea ejercido fuertemente, ya sea desde el Estado o usando grupos civiles insurrectos para castigar y expropiar seres humanos. Su filosofía (in)moral les indica que los “privilegiados” deben pagar y los opositores silenciados por cualquier método necesario, ya que niegan las características espirituales de las personas, por lo que para ellos asesinarnos solo equivale a matar a un perro, si no me creen pueden revisar los textos de Lenin, de Guevara, de Mao.


Además, prevenidos de que no pueden ya matar a destajo como antes, aunque ahora usen lobos solitarios, anarquistas, lumpen y guerrilleros trasnochados para ello (véase el caso del maldito octubre chileno de 2019), se pliegan a una estrategia de destrucción interna de las personas, por vía de los movimientos culturales que buscan demoler la familia, la solidaridad entre sexos, etc, puesto que desde sus orígenes los pensadores comunistas vieron que ahí había un eslabón que atacar para diseminar la revolución, de esta forma extienden este discurso por vía de la prensa, las artes y hasta la publicidad, lavando literalmente el cerebro de millones de seres humanos para sus fines igualitaristas radicales, de odio de clases y de odio sexual.


Ser anticomunista es defender la diferencia humana, porque el ser humano es digno por su espíritu y en su integridad en contraste y colaboración con otros, por ello no debe ser igualado por la fuerza ni debe ser arrancado de la naturaleza negándole la extensión de su mente y su trabajo que es la propiedad privada, ser anticomunista es sostener un principio ético de altísimo valor y dignidad, el respeto por el proyecto de vida del otro y la autonomía del hombre y la mujer libres frente a las masas, masas que bajo la influencia del comunismo tienden a la ira, el desprecio por el uso de la razón, el culto al feísmo estético y modos de vida autodestructivos y contrarios a la civilización. Rechazar todo eso último debiese ser motivo de orgullo, ser anticomunista tiene un tremendo valor.


Respecto al otro tema, es preocupante como en el mundo, y especialmente en Chile, las juventudes tienen bajos índices de anticomunismo. Intervenidos por discurso igualitarista y progresista en internet, en sus escuelas y en gran cantidad de ámbitos de su vida diaria, los jóvenes en su mayoría por defecto simpatizan con el comunismo marxista y el anarquismo, especialmente por vía de movimientos como el feminismo o compartiendo los antivalores de la destrucción de Occidente difundidos en los espacios culturales y contenido artístico y social del que son asiduos, y aunque si bien por falta de solidez en su propio entendimiento la mayoría de estos jóvenes no se declaran a sí mismos comunistas, salvo excepciones de adoctrinamiento directo, esto genera que en su mayoría sean usados como masa impensante, movidos porque es “cool” despreciar a las antiguas generaciones y por mera rebeldía infantil revalorar el comportamiento fanático y homicida de figuras del comunismo tanto revolucionario como cultural.


Esto no es falaz, ya que en las escuelas entre las facciones radicalizadas de extrema izquierda y sin ninguna organización firme de derecha en esos espacios que condene y confronte a esos grupos, se divulga material anarquista o se revalidan figuras como las de Rosa Luxemburgo, Salvador Allende y otros enemigos de la dignidad humana.


El odio de clases, que hoy se extiende a la clase alta que se odia a sí misma, ha convencido a la juventud de que “todo lo que afecte a los fachos o los ricos es bueno”, por eso están dispuestos a destruir la propiedad privada, tirar el país a la basura y luego encogerse de hombros y seguir viviendo despreocupadamente, apoyando incluso de forma implícita-irónica o explícita una dirigencia comunista que castigue, encarcele y hasta asesine a quienes no piensan como ellos.


Para devolverle a un país un derrotero de unión y respeto por la verdadera dignidad humana y para restituir las bases sólidas de la civilización, es preciso que el anticomunismo vuelva a hacerse presente entre la juventud, hay muchos hitos de ferviente valor y entrega por los demás que se asocian a las gestas anticomunistas de varios pueblos que conocieron sus horrores, por ejemplo los polacos, los húngaros o los rumanos, entre otros, pero el caso de los rumanos rebelándose ante al comunismo y derrocando heroicamente al tirano Ceaucescu es una gesta que debiese tener más difusión, o el caso de los finlandeses derrotando magistralmente al Ejército Rojo a inicios de la Segunda Guerra Mundial. Si se quiere mirar al caso latinoamericano, el valeroso ejemplo de los campesinos e indígenas armados en el Perú que dieron cara y redujeron física y discursivamente a los terroristas comunistas de Sendero Luminoso.


Mucho más debiese hacerse, por ejemplo museos “de la memoria” que recuenten los horrores del comunismo en todos sus aspectos y que expongan incluso a nivel ideológico las verdaderas intenciones anti humanas de todo comunista y anarquista, refutando y combatiendo su discurso.


Atentamente,

Mario D., labrador.

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