Por Jeffrey Tucker
Traducción al español por Dusan Vilicic Held.
Artículo original publicado en FEE.org
“Todas las áreas comunes en Atlantic Station, incluyendo las calles, aceras, parques y callejones son propiedad privada.”
Así dice una línea enterrada en las Normas de Conducta para Atlantic Station, Atlanta, Georgia: una maravillosa ciudad dentro de una ciudad. Pero es esta línea la que hace toda la diferencia. Es la razón por la que este medio kilómetro cuadrado en el corazón de esta gran ciudad ha hecho más para modelar la belleza, la prosperidad, la diversidad, y la vida feliz que 50 años de “renovación urbana” y otros programas gubernamentales.
La comunidad completa se construyó sobre la antigua planta siderúrgica de Atlanta Steel Mill, que se inauguró en 1901 y cerró en la década de 1970, dejando desolación a su paso. Atlantic Station abrió hace 10 años como un proyecto empresarial visionario -creación del The Jacoby Group, encabezado por Jim Jacoby- financiado en mayor parte con dinero privado (la ciudad ayudó con incentivos fiscales y algunos fondos para infraestructura).
No es un condominio cerrado separado del público sólo para la élite. No se paga entrada. Todo es de acceso público y sujeto a todas las leyes que rigen la propiedad comercial. La diferencia entre las ciudades pública y privada, sin embargo, es enorme.
Se nota cuando entras a este espacio. Mientras que muchas áreas de Atlanta sufren, esta zona en el corazón de la ciudad está limpia, brillante, vivaz, llena de empresa y vida.
En una tarde recientemente, en el camino a ver películas en el espectacular cine de allí, estaba sentado fuera en el patio de un restaurante de comida mexicana y vi a adultos y niños jugando y divirtiéndose en el área verde que sirve como un mini-parque en el medio de este experimento urbano en capitalismo. Había gente de todas las razas, clases y edades. Escucharon a la banda en vivo y cantaron.
Mientras estaba sentado allí, de pronto fui abrumado por la sensación de una mini-utopía. Es como una escena idealizada que se ve en un comercial de refresco o para algún programa vacacional feliz. Fue una de las escenas de ciudad más alegres que he visto en mi vida.
Era una tarde típica, y todo estaba teniendo lugar en un lugar que era, sólo veinte años atrás, una zona de desastre quemada y de bajo alquiler, el tipo de lugar del que la gente huye. Ahora, los patrones de migración han cambiado. Atlantic Station es un lugar donde uno desea vivir y trabajar.
Estaba caminando por el lugar y una oficial de policía uniformada me dio las buenas tardes. Respondí con deleite, y tuvimos una agradable conversación. Ella quería saber si estaba disfrutando la tarde, me recomendó bares, conversamos sobre el clima, y proseguí. Ella estaba uniformada, sí, y probablemente armada, pero de una forma no amenazante. Se veía atenta y servicial, así como oficial.
Entonces me dí cuenta: la policía en la comunidad está empleada de forma privada por los principales interesados de la comunidad, que son los comerciantes, los propietarios de los apartamentos, y otros proveedores de servicios. (Las calles también son privadas, pero de acceso público.) Por esa razón, los policías mismos tienen un profundo interés en el bienestar de la comunidad y la felicidad general de los consumidores que compran allí. Ellos son empleados del sistema de libre empresa. En particular, los propietarios de Atlantic Station contratan a Chesley Brown por su experimentado servicio.
A veces en el ambiente excesivamente militarizado de hoy en día es fácil de olvidar: la policía es una profesión totalmente legítima, útil e importante. Ellos están ahí para asegurarse de que todo el mundo se apega a las normas y para aprehender a los vándalos y delincuentes que rompen las reglas. Incluso se les podría llamar a la delgada línea azul.
Lo que hace la diferencia aquí es la naturaleza privada del contrato que los emplea. Al igual que todos los demás empleados en esta comunidad, tienen un interés directo en el valor del espacio. Ellos están ahí para servir a los clientes, al igual que hacen todos los comerciantes en esta comunidad.
Entre más valiosa la comunidad, más valiosos serán sus propios puestos de trabajo. Ellos tienen el incentivo para hacer bien su trabajo, lo que significa mejorar la experiencia de los que siguen las reglas mientras expulsan a los que no siguen las reglas.
Las reglas para Atlantic Station son bastante estrictas, más de lo que yo hubiera pensado. Hay un toque de queda para los adolescentes. No se puede llevar puesta ropa relacionada con pandillas u obscena. No se puede llevar a armamento. No se puede utilizar lenguaje indecente. No se puede fumar. No se puede ser ruidoso. No se puede gritar o ser vulgar. Se puede trotar, pero no se puede simplemente partir corriendo por las calles como un animal.
Si reglas como estas fueran impuestas por el Gobierno de la ciudad, la gente con razón se quejaría por violación de derechos. Entonces, ¿por qué estas reglas no son violación de derechos? Debido a que es propiedad privada y los propietarios las determinan.
Más importante aún, el punto de las reglas no es controlar a la gente y dirigir sus vidas; es mejorar el valor de la comunidad para todos. Se pueden cambiar dependiendo de las circunstancias. Se pueden imponer de forma estricta o no. Todo depende de lo que es mejor para Atlantic Station, y, sí, lo que es mejor para el negocio.
Pero, ¿sabes lo que es interesante dadas todas las reglas? En realidad, no las sientes. No están realmente publicados en ningún lugar. Sólo sientes que existen, y sientes el deseo de comportarte bien. La cultura de la cooperatividad y el buen comportamiento está siempre presente. Y las reglas tienen el efecto de librarte de cosas molestas, no de restringir tu comportamiento. No se siente como una imposición. Se siente ordenado. Las reglas se hacen cumplir, pero con delicadeza y cuidado.
La primera vez que entré en Atlantic Station fue hace unos 18 meses. Tenía alguna idea de que había algo diferente sobre el lugar, pero no había entendido que era totalmente privado. Salí a la acera y encendí un cigarrillo. Uno de estos muy simpáticos policías privados se acercó, me saludó amablemente y me pidió que lo apagara, porque que esto iba contra las reglas de esta comunidad privada. Dije, ¿quiere decir de este edificio? Él dijo, no, de la comunidad completa.
No me molestó. De hecho, yo estuve encantado de hacer caso. Incluso le di las gracias por ser tan amable. No hubo multas, ni gritos, ni momentos de intimidación. Nadie está quitándote sus cosas, amenazando con arrestarte, o incluso pasándote multas. Tiene derecho a irte. Las reglas mismas se convierten en parte de un mercado más amplio de reglas.
Otra característica interesante es la forma en que Atlantic Station se ha publicitado a sí misma. No se ve como un experimento en vida capitalista. Toda la publicidad utiliza todas las palabras izquierdistas de moda habituales sobre la eficiencia energética, sustentabilidad, diversidad, renovable esto y aquello, certificaciones de varios grupos verdes, y así sucesivamente. Nada de eso importa en lo más mínimo. Esto se trata de propiedad privada. Punto. Es la propiedad la que realiza los ideales, sean los que sean.
La lección que derivo de todo esto es que las instituciones importan. Puedes tener los mismos principios y leyes en dos lugares, uno hecho cumplir de forma pública y otro hecho cumplir de forma privada. El código de conducta puede ser idéntico, pero los resultados pueden ser completamente diferentes.
Mientras la aplicación de reglas de forma monopolista y financiada con impuestos puede ser cruel, inflexible y violenta, la misma aplicación de reglas hecha dentro de la matriz de una economía de intercambio puede generar resultados que sean humanitarios, ordenados y hermosos. El derecho a irse hace toda la diferencia.
Las implicancias para la policía son quizás las más interesantes, dada la actual controversia sobre abusos policiales. Cuando la función de la policía es parte del orden de mercado, la frase “servir y proteger” adquiere un significado sustantivo. Es esta característica de la propiedad privada vs. pública que es decisiva.
Deben haber muchas de estas comunidades apareciendo en todo el país. A los Gobiernos de todos los niveles se les han acabado las ideas y el dinero. ¿Cuándo fue la última vez que escuchaste de algún programa de renovación urbana muy costoso, o de un masivo complejo de viviendas públicas, que se fuese a construir en una gran ciudad?
Estas visiones son cada vez menos parte de nuestras vidas y nuestro futuro, por suerte. Con los Gobiernos retirándose del negocio de la planificación, la empresa privada se está instalando cada vez más con esfuerzos reales por restaurar la comunidad.
La empresa privada está poco a poco llevando a cabo lo que los Gobiernos sólo prometieron hacer, y está sucediendo sin mucha fanfarria. De hecho, no he visto un sólo titular acerca de esta comunidad, cuando debieran haber miles que digan algo como “¡El comercio privado salva a Atlanta!”
Propiedad privada y comercio inclusivo: es la salsa mágica que hace bella la vida. Ven a Atlantic Station y vélo por ti mismo.
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