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¡ATARI!: Hacia una ludología de los fenómenos políticos - parte 1

Por Guillermo Sepúlveda

Dentro de toda una escenificación y gamificación de la marcha, existe una interesante y significativa relación entre el lenguaje lúdico y la insurrección en curso. Aquello que para muchos parece “una justa lucha” no es más que la exageración de ciertos problemas sociales, tales como la desigualdad y el abuso, en pro de configurar una verdadera “campaña publicitaria por una Nueva Constitución y un posicionamiento político de las izquierdas (todas)”.


Esta exageración, ha sido vendida como “dulce y popular”, más en las calles, y en la verdadera realidad, es una guerra de unos pocos insurrectos, por obtener más peso político, es decir, PODER.


Su campaña es siniestra y maquiavélica, intentando, desde una saturación mediática vomitarnos su odio hacia las Fuerzas de Orden y toda la institucionalidad democrática actualmente vigente.



Pero, ¿cómo graficar de mejor manera el desarrollo de estos JUEGOS DE GUERRA Y PODER?


Pese a que comúnmente se utiliza el Ajedrez para explicar, en muchos casos, el desarrollo de guerras, conflictos y batallas, creo necesario explicarlo de mejor manera a través de un juego japonés denominado GO. Pronto verán porque GO y no Ajedrez.


¿Cómo se juega el GO?


Se juega sobre un tablero inicialmente vacío de 19x19 líneas, aunque también es habitual utilizar tableros menores, de tamaño 13x13, e incluso de 9x9 para iniciarse en el juego. Los dos jugadores que participan disponen de un abundante número de piedras de color negro o blanco, respectivamente, que se van colocando sobre el tablero.


El objetivo básico del juego es utilizar las piedras propias para formar territorio rodeando regiones vacías del tablero; realizar capturas no es el objetivo final, pero sirve para obtener dicho territorio. Gana quien alcanza la máxima puntuación, que básicamente se corresponde con el control de un mayor territorio.


¿Cómo empieza el Juego?


Inicialmente el tablero está vacío. Comienza el jugador con piedras negras, y seguidamente el turno va cambiándose entre uno y otro alternativamente.

También existe la posibilidad de jugar con handicap: el jugador más fuerte concede entre 2 y 9 piedras de ventaja al rival; en estos casos el jugador más débil juega con piedras negras.


Se colocan inicialmente las piedras de ventaja en determinadas intersecciones predefinidas y es el jugador que juega con blancas quien realiza libremente el primer movimiento.


Desarrollo del juego


Cada movimiento consiste en colocar una nueva piedra en una intersección libre del tablero de juego, nunca en mover las piedras ya colocadas en éste. La partida finaliza mediante un acuerdo entre ambos jugadores, cuando alguno de ellos cree que no es posible hacer más territorio, capturar más piedras enemigas o reducir el territorio del rival debe pasar en lugar de colocar una piedra en el tablero. El protocolo de final de partida se inicia cuando ambos jugadores pasan consecutivamente.


¿Y qué relación tiene este juego con las estrategias aplicadas por los insurrectos desde octubre del 2019?


Pues TODO.


Si uno observa con ojo de águila y muy detenidamente, la lógica de guerra no ha sido la de “hacerle jaque al rey o al presidente” (como lo buscaría hacer una lógica de guerra ajedrecística), sino de ir ganando progresivamente espacio o territorio dentro de los medios digitales y análogos (las calles y los medios de comunicación), y aquí el cambio de paradigma es particularmente interesante.


Históricamente los procesos revolucionarios han sido desarrollados buscando siempre “derrotar” al bando contrario: matando al caudillo o líder del ejército contrario o tomándose, derechamente, el palacio de gobierno del enemigo.


Y es que la lógica bajo una lógica política verticalista “matar al rey” era siempre asegurar la victoria bajo un paradigma politológico tradicional; sin embargo, hoy por hoy, eso no basta ni importa.


Los JUEGOS DE GUERRA Y PODER de hoy se basan más en el concepto de “posicionamiento”, definido en la guerra contemporánea, como el ir ganando territorio para asegurar LEGITIMIDAD, léase “SEGURIDAD DE PODER” y “PODER”, léase capacidad para CONDICIONAR EL COMPORTAMIENTO DEL BANDO CONTRARIO.


Por territorio, bajo esta perspectiva, no hablamos, necesariamente de la toma de la Plaza Italia o de territorios comprendidos “físicamente” como lo es hoy la Araucanía, sino de la constante saturación ideológica, mediatizada con cinismo por lenguajes como “esta lucha no es de izquierdas ni derechas, sino de todos”, y haber convencido a un porcentaje mínimo de la ciudadanía de que sus demandas son "del pueblo".


Ejemplo adicional de esta lucha por el posicionamiento es la de conseguir convencer a gran parte de las izquierdas parlamentarias de la acusación constitucional del EX MINISTRO DEL INTERIOR, CHADWICK, y de obtener como verdadero logro de guerra

LEVANTAR EL PLEBICISITO OBLIGATORIO para aceptar y legitimar su “proceso instituyente”.


Su poderío ha crecido tanto, que la semana pasada (sin mayor oposición) se aceptó la legislación sobre la unión “patrimonial” homosexual (dulcemente bautizada como MATRIMONIO IGUALITARIO) y la progresiva presión política sobre una supuesta “urgencia" de una ASAMBLEA INSTITUYENTE, perdón CONSTITUYENTE.


El juego continuará sin cesar hasta lograr sus objetivos que no son las DEMANDAS SOCIALES, sino condicionar al Estado a aceptar sus DEMANDAS DE PODER, TERRITORIO Y ANULACIÓN DE TODA DIFERENCIA IDEOLÓGICA DISIDENTE.


Como mencionábamos anteriormente, este es básicamente un JUEGO DE POSICIONAMIENTO, CONQUISTA Y SEDICIÓN y no tiene ni una pizca de “solidaridad con los más oprimidos”.


Ya con esto claro, es momento de apoyar el RECHAZO de su violencia, el RECHAZO de su ambición de poder Y la ACEPTACIÓN ABSOLUTA DE UNA RESISTENCIA NACIONAL contra sus MENTIRAS.


Si estás de acuerdo, eres parte de la RESISTENCIA. ¡Bienvenido!

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